La conversación con su madre se prolonga en la penumbra de la habitación de la pensión. Más allá de las palabras de orgullo, Olivia percibe el cambio fundamental en su hija. No es que Eliana haya encontrado todas las respuestas, sino que ha dejado de buscar las respuestas correctas según el manual Winchester. Ha descubierto el poder de la pregunta honesta, del sonido crudo, de la vulnerabilidad compartida.
—¿Y ahora qué harás? —pregunta Olivia, su voz un hilo de conexión a través de la distancia.
Eliana mira por la ventana hacia el mar nocturno, un lienzo de oscuridad salpicado por las luces titilantes de los barcos.
—Mañana les devolveré la grabación.La que hicimos hoy. Y les pediré que la escuchen, cada uno por su cuenta. Que identifiquen no solo su propio sonido en el caos, sino el sonido del otro. —Hace una pausa—. No voy a decirles qué hacer, mamá. Solo voy a devolverles su propio conflicto, transformado. Para que lo vean... lo escuchen... desde fuera.
Es una estrategia sofistica