Los pacientes de Cristóbal no eran muchos, pero si todos los concentraba en la mañana, sería agotador.
—En la tarde tengo que regresar a la ciudad —respondió Cristóbal.
—Cristóbal, ¿significa eso que, de ahora en adelante, va a ir y venir diariamente entre la ciudad y el Centro de Rehabilitación? —El asistente se quedó boquiabierto.
Cristóbal lo pensó un momento. —¿Será muy agotador, verdad?
—Por supuesto. Solo el viaje de ida y vuelta te llevaría tres o cuatro horas diarias —respondió el asistente.
—Entonces te voy a pedir que me consigas un chofer confiable —dijo Cristóbal, y sin esperar una respuesta, se fue apresuradamente.
Cristóbal volvió a su casa a recoger las llaves del coche.
Al salir, se encontró con Hans.
En los últimos días, Hans no había continuado con su tratamiento. Se había encerrado en su habitación, escribiendo letras y componiendo música sin parar.
Al menos ya no hablaba de suicidarse. Cristóbal había pasado a verlo algunas veces, y aunque Hans estaba en un estado d