A un lado, Cristóbal la observó con atención. Nadie imaginaría que, tras esa apariencia segura y tranquila que mostraba, su alma nunca había hallado un verdadero descanso.Durante mucho tiempo, lo consumía una rabia silenciosa, un ansia de venganza para hacer justicia por su madre y por sí mismo. Pero, en aquel instante, compartiendo el viento y el sol con Gabriela, sintió como si algo dentro de él se aligerara. Tal vez el cielo, compadeciéndose de su oscuridad, le estaba regalando un poco de luz.—Aquí tienes a dos muchachas filipinas para tus necesidades cotidianas —explicó Cristóbal—. Sus habitaciones están fuera de la casa principal, así que no te molestarán cuando quieras estar tranquila.Vio que Gabriela lucía algo cansada y decidió no quedarse mucho tiempo.—También vivo cerca. Si necesitas cualquier cosa, avísame y vendré lo antes posible.—Cristóbal, no soy una niña. No te preocupes tanto —replicó ella.—Solo quiero que sepas que aquí vas a estar muy segura y puedes hacer lo q
—Secretaria Laura, por favor, hable con claridad. Desde que existe el Grupo Saavedra, el señor Álvaro jamás faltó a una junta de accionistas, y ahora está desaparecido en medio de tantas habladurías. Cada uno de sus pasos afecta nuestros intereses…No había terminado de hablar cuando la puerta se abrió de golpe. Todos miraron a la entrada y vieron a Álvaro, impecable en su traje, tan elegante como de costumbre.—¡Señor Álvaro!—¿Señor Álvaro…?Los accionistas se pusieron de pie, especialmente aquellos que habían iniciado la confrontación, con un semblante incómodo. Sin apuro, Álvaro avanzó hasta la mesa y, con un gesto de la mano, les indicó que volvieran a sentarse.—Señor Álvaro —lo saludó Laura con respeto, haciendo una ligera inclinación.Con el rostro impasible, él tomó asiento en su lugar habitual, mientras Laura permanecía de pie, a su espalda.—¿Acaso debo informar a cada uno de ustedes sobre mis asuntos privados y mi agenda personal? —inquirió Álvaro con un tono ni muy alto ni
Era Noelia, quien se veía demacrada y afligida.Llevaba días buscando la forma de acercarse a Álvaro.Primero intentó colarse en su habitación del hospital, pero la seguridad era demasiado estricta.Recordaba con angustia cómo, tras confesarle a Álvaro que él era «un sustituto», había provocado la ira de los ancianos de la familia Rojo. Si se presentaba sin haber calmado antes a Álvaro, esos dos viejos implacables podrían cebarse con ella de mil maneras.Al final concluyó que la única vía para verlo era plantarse en el edificio del Grupo Saavedra y esperarlo.Laura la observó con frialdad, como si tuviera delante a alguien débil y lastimero.—¿Fuiste tú quien divulgó que el señor Álvaro estaba herido?Poca gente sabía realmente de la lesión de Álvaro. Fuera de la familia cercana, solo Cristóbal y su padre la conocían, y era improbable que la difundieran porque, en ese caso, Gabriela saldría perjudicada, y Cristóbal no permitiría que eso ocurriera.Noelia se quedó atónita ante la pregun
—Señor… —dijo Laura, haciéndose un lado con suma cortesía.Álvaro le echó un vistazo antes de fijar la mirada en Noelia, quien continuaba sentada en el suelo.—¿Qué quieres aquí?—Alvi… —murmuró Noelia, mirándolo con una mezcla de sorpresa y alivio, como si no pudiera creerlo—. Incluso dejó escapar una lágrima perfecta, en el momento preciso. Laura pensó que su actuación era digna de un aplauso.Al percatarse de que Álvaro no tenía la menor intención de ayudarla a levantarse, Noelia se incorporó con aire de debilidad, observándolo de arriba abajo. Las lágrimas brotaron con más intensidad.—Pasaron apenas unos días y mírate: estás mucho más delgado, tu rostro luce demacrado. Cintia dijo que estabas enfermo… ¿Te sientes muy mal? ¿Por qué no descansas más tiempo en el hospital? ¡No deberías descuidar tu salud! ¿Qué trabajo puede ser más importante que tu bienestar? ¡Vámonos, regresa conmigo al hospital!Sus sollozos se volvían más intensos, como si realmente estuviera angustiada por Álvar
Gabriela se había tomado dos días tranquilos en la mansión de la colina. Al tercer día, organizó con Cristóbal una visita a la familia Zambrano para presentarse formalmente ante Santiago.—Ya preparé los obsequios, cosas que le gustarán a los mayores. Esta noche será una cena en familia, así que no tienes por qué ponerte nerviosa —le dijo Cristóbal, paseándose de un lado a otro en la sala mientras Gabriela, sentada con las piernas cruzadas en el sofá, leía un libro.Ella cerró el libro y sonrió:—Cristóbal, me da la impresión de que el nervioso eres tú.—¿Yo? —respondió él, señalándose.—Solo un poquito —contestó Gabriela, juntando sus dedos para mostrar qué tan poco era.Cristóbal se sonrojó.—Tal vez porque… es la primera vez que llevo a casa a una chica.Gabriela se quedó atónita, encendida por la curiosidad:—¿Nunca has presentado a una novia antes?Él se quedó en blanco un par de segundos, justo cuando sonó el timbre de la puerta. Se apresuró con un «¡voy, voy!» y salió casi a tro
—Lo entiendo —dijo Gabriela con una seriedad que reflejaba su preocupación. Al ver la expresión de Rosalina, confirmó que los rumores sobre las disputas entre los Zambrano eran probablemente una versión suave de la realidad.Pensó en la actitud bondadosa y un poco ingenua de Cristóbal…—Quizá no sea tan grave —prosiguió Rosalina en un tono más suave—. Los demás casi no se llevan con él; es probable que ni siquiera tengas oportunidad de cruzarte con ellos. —Tras una breve pausa, le tomó la mano a Gabriela—. Cris, al fin, está cumpliendo uno de sus anhelos, y eso me alegra muchísimo. Pero sé que tú no lo amas.Gabriela bajó la mirada, intentando disimular su incomodidad.—Él siempre ha sido lento para entender las cosas del corazón. Es la primera vez que lo veo tan ilusionado con una chica. Sé que el amor verdadero es algo raro, pero te pido, por favor, que lo trates bien, ¿sí?—De acuerdo —aceptó Gabriela, sintiendo un leve nudo en la garganta.—Ahora que ambos estarán en Leeds, podríam
—Claro que sí —respondió Gabriela sin dudar—. Pero antes necesito actualizarte sobre la muerte de mis padres.—¿No fue un accidente? —Rosalina abrió los ojos con asombro.Gabriela recordó los videos que Sr. Z grabó cuando secuestró a Ivana. Parecía que Cristóbal le había ocultado muchos detalles a Rosalina. La imagen que ella tenía de él no era del todo real.—No. Mis padres fueron asesinados por un sicario —contestó Gabriela, pronunciando cada palabra con firmeza.—¡Ya llegó el jugo! —anunció Cristóbal en ese momento, saliendo de la cocina con dos vasos de jugo recién exprimido.Rosalina se acercó a Gabriela y, bajando la voz, le dijo:—Busquemos un momento para hablar con calma. —Al mismo tiempo, le dio un apretón de manos, transmitiéndole un gesto de apoyo inquebrantable.Gabriela le sonrió con dulzura.—¿De dónde salió esa pulsera? —preguntó Cristóbal, dejando los vasos sobre la mesa. Había notado enseguida la nueva joya que Gabriela lucía.—Se la regalé yo —intervino Rosalina, des
—Cristóbal siempre ha dado la impresión de ser un hombre de modales exquisitos, pero resulta que se mete en líos como este. Gracias a Dios que no ha trascendido públicamente, porque sería un escándalo que dejaría a nuestra familia Zambrano por los suelos —agregó otra mujer.—El caso es que Cristóbal es el «niño consentido» de papá, el hijo que tuvo tardíamente. Con los demás es estricto, pero a él se lo tolera todo —intervino alguien más, con un matiz de fastidio.—Todos sabemos de qué va Álvaro y sus pasadas de tono, pero más curiosidad me da qué clase de pacto habrá hecho papá con él para resolver este asunto —dijo Josefa Zambrano, la hermana menor, con un brillo de indiferencia en los ojos. Ella no era especialmente sensible a las historias de romances y escándalos; para ella, todos los hombres eran iguales.Cuando Josefa terminó de hablar, cada una de las presentes se observó mutuamente con expresiones nada agradables.—Josefa, tú estuviste con papá esta mañana, ¿no preguntaste nad