—Lo sé… —asintió Laura con una calma impresionante—. Te pedí que salieras para que pudieras respirar. Te estabas conteniendo tanto que casi no tomabas aire.
Juan dirigió la mirada hacia ella y, de pronto, soltó una risa amarga.
—Laura, aunque el mundo se nos viniera encima, ¿seguirías con ese tono tan sereno?
Laura se quedó pasmada un segundo.
—Me lo dices como si fuera un monstruo.
En realidad, solo se mostraba tranquila y dueña de sus emociones.
—Nada de monstruo… es admirable. ¡Voy a aprender de ti! —respondió Juan, tomando un par de bocanadas de aire para calmarse.
Dentro de la habitación
Álvaro se mantenía de pie, a los pies de la cama.
Desde allí, contemplaba a Mattheo con la mirada fría.
Tal como había informado el personal del hospital, la vida de Mattheo dependía por completo de aquellas máquinas costosas; era evidente que no tenía forma de causar más estragos.
Pero entonces, ¿quién se había llevado a Noelia?
A diferencia de Juan, ver a Mattheo en semejante estado no le produc