—Cuate, ¿por qué tanta furia? —Leandro apareció agitando las llaves de su auto deportivo y con una sonrisa burlona—. Dentro, escuché que algunos decían que tú mismo organizaste todo lo del trending para alegrar a tu querida y embarazada novia. Casi me lo creo.
—No digas tonterías —respondió Álvaro, con el ceño fruncido—. Noelia y yo no tenemos esa clase de relación, y el hijo tampoco es mío.
Leandro no se mostró sorprendido.
—Pero todos piensan que sí lo es, cuate. Y que el niño también es tuyo —comentó, ladeando la cabeza mientras miraba a Álvaro—. Dime, ¿Gabriela sabe que ese hijo no es tuyo?
Álvaro no respondió, manteniendo su expresión fría. Leandro lo entendió al instante.
—Vamos a hacer una apuesta, cuate.
Álvaro lo miró con desconfianza.
Leandro siempre parecía despreocupado y algo irresponsable, pero Álvaro sabía que no era alguien con quien jugar a la ligera. Solo con apuestas, había hecho que algunos hijos de ricos casi perdieran sus fortunas.
—No pediré mucho, solo una Bugat