62. LA CONFESIÓN
Por primera vez, desde que recuerdo, Luci guardó silencio al escucharme, como si no entendiera lo que había dicho. Me miró, completamente inmóvil, como si esperara que soltara una risotada y terminara confesando que todo era una broma absurda. Pero mi llanto silencioso y la aflicción en mi rostro confirmaban lo que había dicho.
—¡¿Qué?! ¿Te casaste con ese elegante tipo, que se ve que está forrado en plata, Lili? —preguntó finalmente, con incredulidad. Y para mi sorpresa, exclamó—: ¡Felicidades, mi hermana! No sabes la alegría que me da que hayas dejado al bueno para nada de Andy.
—¡Ssshh, cállate! —le tapé la boca—. Mamá no se puede enterar de nada. Y no es así como piensas, yo no me he peleado con Andy.
—No estoy entendiendo nada, Lili —dijo, más seria de lo que nunca la había visto—. Acabas de decir que te casaste con Alessandro, pero que no te has peleado con Andy. Explícame, porque no te tenía por promiscua.
Apreté las manos en mi regazo, incapaz de mirarla. Parecía que l