CAPÍTULO —El hotel sin lengua
El camino al Montaldo siempre se le hacía corto.
Hablaban de tonterías: del pozo que la intendencia nunca arreglaba, del auto que casi los choca por no ceder el paso… esas cosas simples que convertían el trayecto en un pequeño ritual cotidiano.
Pero ese día, con el mensaje todavía latiéndole en la mano, el camino se volvió eterno.
Cuando estacionaron, Samuel le dio un beso lento antes de que ella bajara del auto y le ayudó con el bolso.
Victoria subió enseguida a su oficina: tenía reunión con el contador.
Samuel, en cambio, se quedó cerca del lobby. Sabía que algo estaba mal.
Y no tardó en escucharlo.
Voces bajas,cuchicheos y con ellos las risas breves.
La crueldad disfrazada de chisme.
Dos empleados del área de eventos, apoyados en el mostrador, cuchicheando como si el hotel fuera un bar de barrio.
—Dicen que Victoria firmó un contrato para tener de novio a Samuel… —se burló uno.
—Una vergüenza la Montaldo… —agregó el otro—. Mirá q