Capítulo — Papeles que no encajan
La mañana en el Hotel Montaldo amaneció con una calma engañosa, como si las paredes quisieran disimular el peso de lo que ocurría puertas adentro. Samuel entró temprano, con paso firme, el gesto serio y la determinación de un hombre que cargaba más de lo que mostraba. Saludó apenas con un movimiento de cabeza, y a cada empleado que se cruzaba les pedía lo mismo: discreción absoluta sobre lo ocurrido con Victoria el día anterior.
Nadie debía filtrar nada. No había margen para rumores, no ahora. El hotel ya tenía suficientes enemigos esperando el más mínimo tropiezo para atacarlos como hienas sobre un cuerpo herido.
Samuel se detuvo en recepción. Respiró hondo y, con la voz clara y grave, les habló como si fueran soldados en primera línea:
—Si queremos conservar este hotel, tenemos que callar lo que pasa internamente. Afuera hay gente que quiere dejar caer nuestra fuente de trabajo, y todos sabemos que el Montaldo no es solo un edificio: es historia,