Punto de vista de Elena
En casa, bajo el cuidado de mi padre, me sentía mejor.
Después de revisar el teléfono, vi decenas de llamadas y mensajes de Octavio.
“Elena, ¿dónde estás? Entiendo que te sientes de mal humor. Déjame explicarte”.
“Si no quieres verme, está bien. Vuelve a casa. Vigilaré tu puerta. Solo... no desaparezcas”.
“¿Estás en la manada Luna Sangrienta? Por favor, dime algo. Estoy muy preocupado por ti”.
“Elena... la fiesta de Luna Sangrienta se acerca. Prometí marcarte en la cacería. Vuelve pronto, por favor.”
Contemplé el último mensaje hasta que me acordé de la noche de su partida hacía tres años.
Octavio acababa de ganar la medalla del Cazador Dorado. La manada lo rodeaba en señal de celebración.
Él cruzó la multitud para poder besarme con pasión.
Dijo, con voz angustiada: —Cuando regrese, te marcaré aquí mismo. Y serás mi esposa.
Sus ojos verdes ardían con tal pasión que me derretí.
Ahora ese recuerdo tenía un sabor a amargura.
Por la edad de Esteban, Dolores ya e