Desde el avión delante de ella, a la fila de personas que se acercaba a Dante e intercambia cortas frases con una formalidad de novela, terminando en el auto negro al que subieron al llegar a Córdoba, Lara lo vivió sentada en una especie de nube.
En todos los años que mantuvo una especie de exilio en la provincia contigua, Lara fue y volvió de Córdoba un par de veces por cuestiones laborales, como la noche en que viajó al evento del VIP en el que conoció a Dante.
Pero en ninguna de esas oportunidades, se permitió detenerse.
Sabía que en cuanto mirara el cielo, la nostalgia se apoderaría de ella.
- Las noches de Córdoba no tienen nada que envidiar a las de Buenos Aires - dijo, como si les hablara a todos en el auto, o a ninguno.
Dante miró la noche fuera de la ventana del auto y asintió, acomodando el nudo de su corbata.
Tomar el avión de la embajada, implicó que él volviera a adoptar su rol como el primer ministro y sus trajes y corbatas, que debía mantener impecables.
Pudo notar que e