La niña había colocado 26 velas en el pastel, esperando.
El corazón de Luis se encogió al ver la escena.
Pensó que con el tiempo, Alegría olvidaría a Dulcinea, pero ella seguía preguntando por su madre, por dónde estaba y cuándo volvería.
El tiempo pasó. Año tras año.
Luis intentó mantener viva la esperanza.
En el segundo cumpleaños de Dulcinea desde su partida, llevó a Alegría a Ciudad BA.
En el tercer año, compró de nuevo la torre de Grupo Fernández y la mansión donde solían vivir. Ese año, su fortuna se recuperó, y estaba de nuevo en condiciones de enfrentarse a la familia Astorga.
Ese mismo año, la esposa de Matteo dio a luz a mellizos.
Luis, junto con Alegría, asistió a la celebración del primer mes de vida de los bebés, llevando dos regalos muy valiosos para ellos.
Michelle, al ver a Alegría, le sonrió a Luis y comentó:
—El amuleto de la suerte de tu hija es muy hermoso.
Alegría ya tenía cuatro años.
Era una niña delgada y bonita, siempre en los brazos de su papá, haciendo que mu