«Leo, ahora estaremos juntos para siempre.»
…
Alrededor, todo estaba en silencio.
Cuando Clara llegó, solo se escuchaban murmullos de asombro.
Clara tuvo un mal presentimiento.
Empujó a la multitud y, al ver a Leandro y su esposa juntos en un charco de sangre, no pudo contenerse y cayó de rodillas.
Miraba a la joven pareja, repitiendo sin cesar:
—¡Es el señor Carrasco y su esposa! ¡Es el señor Carrasco y su esposa!
El bebé agitaba sus pequeñas manos, llorando desconsoladamente.
Clara lo levantó suavemente, llorando con dolor:
—Reconozco este amuleto. Esta es la hija del señor y la señora Carrasco.
Con el corazón roto, Clara sostuvo al bebé y, con la voz temblorosa, dijo:
—Buena niña, inclínate ante tus padres, porque a partir de ahora… nunca más los verás.
Alrededor, la gente murmuraba.
—¡Qué tragedia! Aún hay quienes mueren por amor.
—Ojalá alguien adopte al bebé.
…
Dulcinea llegó, Catalina la guiaba con cuidado.
Dulcinea tenía los ojos vendados con gasas.
A tientas, se acercó, y la g