Capítulo 54
Ana frunció los labios y dijo:

—Quiero hablar sobre la tía Carmen.

La respuesta de Mario fue aún más distante:

—¿Ah, sí? Hablemos en mi oficina entonces —respondió, y colgó el teléfono sin darle oportunidad de decir más.

En las frías calles de otoño, Ana sintió un escalofrío. Así era Mario en realidad. La dulzura ocasional del pasado era solo una táctica para llevarla de vuelta a casa. Una vez que no funcionaba, mostraba su verdadera cara: fría e indiferente.

Ana, sin dudar, tomó un autobús hacia el edificio de Grupo Lewis. Todos allí la conocían como la señora Lewis, aunque eran conscientes de las dificultades en su matrimonio.

La secretaria Gloria la recibió y la llevó al despacho de Mario.

—Mario ha salido, pero volverá pronto. Espere aquí, le prepararé un café —dijo la secretaria con una actitud poco cálida.

Ana estaba sola en la oficina, absorta en sus pensamientos mientras miraba un pequeño violín que Mario valoraba mucho. En ese momento de reflexión, no notó cuando Gloria entró
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