Ana asintió con la cabeza.
Mario la llamó hacia él, y cuando ella se acercó, la atrajo hacia su pecho, y ambos se recostaron juntos en el amplio sofá…
Mario consideró cuidadosamente y compartió sus sospechas con Ana.
No tenía pruebas, pero él y Ana eran esposos, las personas más cercanas en el mundo, y no había nada que no pudieran discutir entre ellos.
Ana se sorprendió:
—¿Sospechas de tía Elena?
No era de extrañar que se sorprendiera. Elena era el orgullo de la familia Torres, talentosa y más desinhibida que su hermana Isabel. Ahora, de repente, Mario sospechaba que no solo estaba obsesionada con Eulogio, sino que también estaba involucrada con Felipe, un hombre casado, y que lo había matado en el acto…
Era algo increíble.
Pero Ana confiaba en Mario. Si él sospechaba, debía tener sus razones.
Ella miró a Mario:
—¿Has hablado de estas cosas con... tus padres?
Mario acarició su rostro suavemente, luego sonrió amargamente:
—¡Todavía no sé cómo decírselo! ¿Podría decirle a mi madre que t