Capítulo 384
La primera luz del amanecer empezaba a asomarse. Mario había vuelto a la Mansión Lewis después de tres años de ausencia. El portero, sorprendido, tardó un momento en abrir la puerta. Casi al mismo tiempo, un Bentley negro se deslizaba hasta detenerse suavemente en el estacionamiento. Mario salió del auto y cerró la puerta con un golpe seco, observando todo a su alrededor. La mansión, desgastada por el abandono prolongado, exudaba una atmósfera de desolación que contrastaba con el recuerdo de los días en que su abuela Cayetana la llenaba de vida y alegría.

Aún no amanecía completamente y los sirvientes seguían en sus habitaciones cuando Mario, con el eco de sus zapatos de cuero resonando en el piso pulido, cruzó el umbral del salón. La quietud del lugar hacía más evidente el vacío. Sobre un mueble, encontró una fotografía de doña Cayetana, su sonrisa aún encantadora capturada en el tiempo. Con nostalgia, Mario acarició la imagen y susurró:

—He vuelto, abuelita, y estoy bien. Puedes esta
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