De hecho, Ana siempre había tenido presente a Eulogio en su memoria. Cuando era pequeña, las familias Fernández y Lewis mantenían una cercana amistad y, de vez en cuando, acompañaba a sus padres a la Casa Lewis. Recordaba a Eulogio como un hombre siempre amable y bien educado. De no haberse marchado, Mario probablemente también habría sido más cortés.
Eulogio fue el primero en romper el silencio. Sus palabras resultaron tan refrescantes como Ana las recordaba:
—Ana, ¿puedo hablar contigo un momento?
Ana abrió la puerta del coche y descendió… Se encontraron frente a frente y, aunque no eran íntimos, los unían lazos familiares comunes. Eulogio evitó hablar del pasado; solo inquirió sobre Mario y Emma, y también sobre doña Cayetana.
Ana guardó silencio por un instante antes de responder con cierta amargura:
—Doña Cayetana te esperó toda su vida; hacia el final siempre te llamaba y empezó a confundir a Mario contigo. Deberías visitarla, rendirle homenaje; su vida fue muy difícil.
Eulogio a