Retiró los documentos y continuó leyéndolos con voz suave:
—Esto no es parte de tus responsabilidades; no hay razón para sobrecargarte con más trabajo… Si esto se prolonga, seguramente surgirán quejas. Además, Mario, tú nunca has mezclado lo personal con lo laboral.
Su expresión era tranquila, y Mario, conmovido por su mirada, sonrió tras un momento y preguntó:
—¿Cómo era yo antes?
Ana dejó los documentos sobre la mesa y dijo con una sonrisa irónica:
—¡Antes eras un desconocido!
Mario se mostró sorprendido, pero se inclinó para besarla. Su beso fue tierno, pero Ana lo detuvo:
—Emma está aquí.
Mario no insistió, pero su mirada intensa no se desvió:
—Está absorta en su juego; no se dará cuenta.
Ana no lo detuvo; simplemente mantuvo su postura, revisando sus documentos. A Mario le gustaba ese ambiente tranquilo; buscó un tema para charlar con ella:
—Hoy, tía Carmen me preparó unos tacos.
Ana ni siquiera levantó la cabeza, iluminada bajo la luz suave, su voz mantenía un tono sereno:
—Esta