Ana comprendió la situación, esbozando una sonrisa sutil:
—Valoro su comprensión hacia ella. Entonces, permítame cubrir los gastos de la cena para la señorita Ponce y el señor Lewis, espero que disfruten de su velada.
Tras decir esto, Ana se alejó con una dignidad innata.
Sonia quedó algo contrariada.
Le tomó un momento reponerse:
—Mario… ¿cómo sabe quiénes somos?
Mario, con la mirada perdida en la dirección que tomó Ana, respondió sin emoción alguna:
—Ella es mi exesposa.
Sonia se quedó muda.
…
En el baño, adornado con grifería de oro al estilo francés y un flujo constante de agua.
Ana se llevó una mano al pecho.
Incluso ahora, su corazón latía con fuerza; aunque estaba preparada, el encuentro inesperado con Mario la debilitó.
Los dolores antiguos resurgían, asaltándola como una ola implacable.
Tras unos instantes, logró serenarse, estaba a punto de lavarse las manos cuando su reflejo en el espejo se cruzó con otra mirada…
Se detuvo.
Mario, apoyado en la pared, fumaba tranquilo.
Se vo