Capítulo 198
Ana, con lágrimas deslizándose por sus mejillas, apartó la cara con indignación.

Mientras Mario la besaba, saboreaba el sabor salado de sus lágrimas. Se detuvo, apoyándose con una mano al lado de Ana y la miró desde arriba por un largo rato antes de hablar suavemente: —No te tocaré más. ¿Te cambio la ropa, está bien?

Cuando Mario le cambió la ropa, Ana no se resistió. Su cuerpo delgado y pálido yacía sobre la lujosa tela oscura de la cama, una imagen de frágil desorden.

Cada vez que Mario la tocaba, su respiración se alteraba. Había pasado mucho tiempo sin intimidad física y su deseo era fuerte.

Ana miraba fijamente la lámpara de cristal en el techo, su voz sonaba distante: —Mario, no te esfuerces, es inútil. Cada vez que me tocas, recuerdo aquella noche en el estudio, cómo fuiste brusco conmigo, cómo me obligaste a hacer cosas que solo una prostituta haría... Recuerdo el momento del accidente, cómo elegiste.

—Odio tocarte, odio hablar contigo. No siento nada cuando me tocas... Mario
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