Capítulo 184
En esa situación, Ana se encontraba completamente vulnerable bajo la luz brillante del estudio, con su bata abierta, exponiendo su piel blanca y resplandeciente.

Mario, con un agarre firme en su cintura, incluso llegó a darle una palmada despectiva en las nalgas, riendo con desdén: —Ahora te voy a mostrar lo que es ser un juguete para un hombre.

Ana se quedó pálida, sin escapatoria. Bajo la luz intensa, fue manejada y tratada con rudeza por Mario, de una manera que ni siquiera una prostituta merecería.

La luz era deslumbrante y dura.

Su cuerpo dolía, su corazón dolía aún más.

Se aferraba al borde del escritorio, utilizando toda su fuerza para soportar la furia de Mario.

En la palma de su mano, apretaba algo duro y pequeño que le causaba dolor.

Al no poder soportarlo más, Ana giró la cabeza y soltó su agarre, revelando en su sudorosa palma izquierda un par de elegantes gemelos. El brillo de los diamantes se veía opacado por una mancha de sangre: una gota de su propio dedo.

Fuera,
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