—Yo… —su voz era un hilillo tenso; sus ojos se clavaron en las manos unidas del alfa y esa maldita intrusa—. Traje... la medicina. Y algo de comida.
Michelle hizo un esfuerzo visible por enderezar los hombros, pero su postura seguía rígida, desafiante en su silencio. Los fragmentos de los utensilios esparcidos a sus pies.
Noah soltó lentamente la mano de Leah, sin apartar los ojos de Michelle. Su expresión era una máscara de piedra.
—Recógelo —ordenó, su voz semejante a un látigo—. Y ten más cuidado.
—Parece que la forastera se recupera rápido —se esforzó porque sus palabras no sonaran agresivas—. Qué... conveniente que despierte justo cuando usted, el Alfa, está en la habitación.
—Puedes retirarte —Noah necesitaba saber sobre los lobos que atacarían, no atender berrinches.
Leah encogió los hombros bajo la sábana.
—A-alfa… yo, usted me dijo… —Esta vez el tono de Michelle sonaba más sumiso, más suave.
—Iré a buscarte antes del anochecer —la voz del alfa se suavizó un poco.
Michelle sal