—Iker, ¿puedes por favor dejar de mover los pies? —dijo Víctor, con tono educado pero serio, tratando de calmarlo.Iker, parpadeando, giró el flotador y sus pies terminaron apuntando en otra dirección.—Qué buen cuerpo tienes —comentó Iker, mirando a Víctor con una sonrisa traviesa.Justo en ese momento, Iker cambió de dirección y Ulrico, en calzoncillos, se metió al agua.Ulrico, con cara de resignación, murmuró:—Y qué travieso eres.Víctor, como padre, sonrió divertido.Ya con los años, los tres hombres se mantenían en buena forma, aunque todos lucían ya maduros, pero se veían bien conservados. Ulrico, siendo el más joven, se veía un poco más delgado que ellos. Era una de esas raras oportunidades para disfrutar de las aguas termales, y en ese momento, los tres estaban concentrados en algo muy importante.¿Cómo hacían para llevar a sus esposas al jacuzzi de al lado? Porque, claro, en las aguas termales solo se disfruta bien cuando estás con tu pareja.Obviamente, no tenían intención
Daniela levantó su copa con una sonrisa algo aduladora y le respondió al accionista que la había cuestionado:—Sabemos que, en los negocios, como en la guerra, a veces el fracaso es inevitable. Pero lo que de verdad cuenta es cómo enfrentamos esos tropiezos y qué pasos damos a continuación.Los accionistas más experimentados soltaron una pequeña sonrisa, como pensando: Cualquiera puede decir cosas bonitas.Daniela siempre había tenido a Marina como una especie de objetivo, y las críticas mordaces de esos accionistas... simplemente las dejaba pasar. Esta vez, no permitió que Baltasar bebiera por ella.Por suerte, el alcohol no estaba tan fuerte como la última vez con Benito.Pensó para sí misma: Un día los voy a sacar a patadas de la empresa...Ya avanzada la noche, Baltasar ayudó a Daniela a salir del bar. El sereno fresco de la madrugada la despejó un poco.Abrió la puerta del auto, la ayudó a subir con cuidado y luego se acomodó en el asiento del copiloto. Silvio, el conductor, se en
—Ese collar está bien bonito, pero ¿por qué estás entonces tan molesta? —Simón miraba a Regina sin entender nada de lo que pasaba por su cabeza.Regina se rio sarcástica y, con los ojos casi que, lanzándole rayos, le disparó una mirada fulminante a su esposo.—El collar está bonito, sí... pero ¿cómo va a comprar algo tan caro Yulia, con su familia de clase media? ¿Sabes cuánto cuesta esto? ¡Cuesta una fortuna! —dijo, furiosa.Simón, completamente perdido, le preguntó:—¿Entonces qué es lo que quieres decir con eso?Regina lo miró como si estuviera completamente fuera de lugar.—¿Pues qué quiero decir? ¡Que mi hijo compró eso para ella!Finalmente, Simón entendió el fondo del problema y asintió, aunque aún no lograba comprender todo el enojo de Regina.—Pero, no importa quién lo haya comprado, al final el regalo es para ti. Tómalo como un gesto de cariño de los dos.Pero eso no calmó a Regina. Estaba aún más furiosa.—¿Cariño? ¡Eso no tiene nada que ver con cariño! ¡Esa mujer es superfi
Justo cuando Yulia iba a abrir la puerta, Marina ya había puesto su cubrebocas. Aún estaban en la fase de “evaluación” con Baltasar, y no podían arriesgarse a que los reconociera. Marina había asistido a algunos eventos de la empresa en el pasado, y no podían saber si alguna foto de esos momentos habría llegado a los Mendoza.Diego, por otro lado, no se aparecía en público desde hace años, así que él no tenía de qué preocuparse.—Papá, mamá, este es Baltasar, y ellos son sus padres —dijo Yulia, haciendo las respectivas presentaciones.Marina sonrió y se levantó, pero con voz algo ronca les dijo:—Por favor, tomen asiento.Los Mendoza pensaron que quizás estaba enferma, de ahí el cubrebocas.Baltasar, un poco nervioso, también se presentó:—Mucho gusto, soy Baltasar, el novio de Yuli.Marina volvió a sonreír y les indicó que se sentaran. Mientras tanto, Regina, con su mirada analítica, ya había evaluado tanto a los padres de Yuli como la casa. Los padres parecían de buena presencia. Su
Justo después de que Diego dijera que no estaba de acuerdo con que Yulia se casara, ella, en tono tranquilo, le respondió:—Papá, Baltasar me mandó un mensaje. Dijo que quiere mudarse a nuestra casa y apoyarme tanto en mi vida, como en mi carrera.Diego suspiro y no dijo nada más. No quería ser como su papá Armando, que, por seguir sus propios gustos, había hecho infelices a sus hijos.—Yulia, tú decides lo que quieras.—Muchísimas gracias, papá. ¿Y mamá, qué opina? —preguntó Yulia, abrazándose al brazo de Marina.Marina, sin pensarlo, respondió:—Después de todo es nuestra casa, tu papá es el que manda.Yulia se tapó la boca con una sonrisa pícara, sabiendo bien que quien llevaba la batuta en casa era su mamá.—Mamá, tranquila. Si Baltasar no logra convencer a Regina, no me casaré con él....Mientras tanto, Baltasar seguía en el auto estacionado frente al edificio en Barrio San Martín, mirando a Regina, quien estaba en el asiento trasero, visiblemente molesta.Después de enviar el me
En ese momento, Yulia estaba comiendo tranquila en el restaurante del Grupo Financiero Yulia cuando vio la llamada de Baltasar. Sin pensarlo ni un segundo, la rechazó.No podía perdonarlo tan fácilmente, no después de todo lo que había pasado.Baltasar, al ver que la llamada fue cortada, suspiro, pero al instante sonrió.Sabía que Yulia debía estar furiosa, y aunque le dolía, también comprendía pues que se lo había ganado.No le quedaba más opción que intentar arreglar las cosas.Con el corazón acelerado, escribió un mensaje con la vana esperanza de calmarla.[Yuli, yo se muy bien que cometí un error, ¿me perdonas?]Pero, como era de esperar, el mensaje fue al vacío, sin respuesta alguna.Cuando terminó su jornada laboral, Baltasar salió puntualmente y se dirigió al Grupo Yulia, decidido a hablar con ella, aunque no sabía si lo que iba a encontrar iba a ser una bienvenida o un rechazo absoluto.Cuando Yulia salió de la oficina, lo vio al instante. Él estaba allí, de pie, esperándola.E
—¡Amigos, ya llegué! ¡Y les traigo una nueva integrante, denle un aplauso!Ismael, siempre tan bromista, apenas Yulia entró al salón, los aplausos comenzaron al instante, y hasta se oyeron algunos voladores.Pero cuando todos vieron a Yulia, los aplausos empezaron a apagarse poco a poco. Se miraban entre ellos, tratando de entender quién era esa mujer que nadie había visto antes.Alguien, curioso, preguntó:—¿Ismael, y ella quién es? ¿De dónde fue que salió?Ismael, con una sonrisa relajada, respondió:—Es mi mejor amiga, Yulia Díaz, acaba de regresar de fuera. No la conocen, pero no se preocupen. Yulia, ven, vamos a sentarnos.La presentación fue tan simple que nadie realmente entendió quién era la hija de...Justo en ese momento, una voz desafiante y afilada se escuchó:—¿Cómo dijiste que se llama?Yulia se giró, y al instante vio a Lidia, vestida con un vestido rojo.Ismael, al notar la presencia de Lidia, se le oscureció el rostro.—¡A mierda! ¿Quién invitó a esta?Lidia se levantó
Cuando Lidia hizo su invitación repentina, Tulio se quedó en silencio unos segundos. Luego se rio un poco y dijo:—Señorita, mañana yo trabajo. Si me está usted invitando a tomar algo, ¿es por algo importante?Desde el celular, se escuchó la risa de Lidia, suave y con un toque coqueto:—Ay por Dios, no seas tan desconfiado, señor Tulio. Soy Lidia. Solo... quiero hablar un rato sobre Baltasar. Tomarnos algo y relajarnos un poco. ¿Le parece?Tulio enseguida entendió: otra mujer más que quiere saber sobre Baltasar.—Señorita Lidia, Baltasar ya tiene novia. Creo que está usted perdiendo el tiempo.Lidia soltó una risita suave, casi susurrante, y su tono se suavizó aún más:—Solo quiero saber qué hay entre ellos, para poder olvidarlo de una vez. Señor Tulio, por favor, no le digas a nadie que le busqué. Déjame un poco de dignidad. Estaré en el Bar Tropical, esperándole si se anima a darse una pasada.Cortó la llamada.—¿Hola...? —Tulio miró el celular, ya apagado. Pensó en ignorarlo, iba a