Estaba aprovechando cada segundo para seguir durmiendo un poquito más, mientras movía las manos como autómata para cepillarse los dientes, sin abrir los ojos.Yulia lo miraba de reojo y, al ver que realmente podía hacerlo solo, decidió no insistir más.Cuando terminó de lavarse la cara y cepillarse los dientes, ella lo acompañó para que se cambiara.Pero justo en ese momento, Iker, visiblemente avergonzado, le pidió a Yulia que por favor saliera.—¡Hermana, ya tengo cuatro años! —dijo, levantando orgulloso sus cuatro deditos.Yulia no pudo evitar sonreír al verlo, tan pequeño y grande a la vez.Lo miró con ternura, viendo su diminuto cuerpecito delgado, y obedeció.—Está bien, te espero afuera.Cuando Iker terminó de vestirse, desayunaron juntos, y luego se dirigieron al edificio principal para ver a sus padres, antes de que él se fuera al jardín de niños y ella a la oficina.Gracias a Dios ese día en Estelaria no llovía y el tráfico estaba increíblemente despejado, así que llegaron si
Eugenio entró al despacho del presidente del Grupo Yulia con mucha calma, disculpándose por su tardanza.—Perdón por el retraso, llegué diez minutos tarde.Fernando se levantó al instante, y Yulia enseguida hizo lo mismo.Fernando sonrió y, con un gesto amable, le dijo:—Señor Eugenio, por favor, tome asiento.Aunque se conocían de negociaciones anteriores, hoy todo era distinto. Lo que estaba sobre la mesa era mucho más importante.En ese preciso momento, Ricardo entró con café en la mano para todos.—Hoy será Yulia quien llevará la conversación sobre los derechos de distribución de medicamentos. Ella es la futura sucesora de este lugar en el Grupo Yulia, —comentó Fernando, muy formal y con orgullo.Eugenio levantó de manera ligera las cejas, pero se esforzó por no mostrar sorpresa alguna, manteniendo esa mirada tan característica: distante y calculadora.—No pensé que su empresa estuviera tan interesada en este sector —dijo, casi como una mínima observación.Yulia, sin perder la comp
Fernando pensativo, comentó:—Están en declive, seguro están buscando nuevas oportunidades. Pero la decisión de Daniela, esa sí que tiene carácter.El Grupo Herrera ya no es tan fácil de manejar.Yulia soltó una ligera sonrisa, sin decir ni una sola palabra más.A la hora del almuerzo, Baltasar llamó a Yulia:—Yulia, ¿almorzamos juntos?Como las dos empresas no quedaban tan lejos, Yulia aceptó sin pensarlo demasiado. Pero antes de salir, decidió llamar a su papá.Cuando Diego contestó, su voz sonaba alegre, como si estuviera sonriendo al hablar:—Yulia, estoy bien.Eso tranquilizó un poco a Yulia, y con una linda sonrisa, pudo irse a disfrutar del almuerzo sin preocupación alguna.No solo Yulia pensaba en Diego. Iker, en su hora de almuerzo en el jardín de niños, también lo tenía en mente.Hoy le tocaba un almuerzo súper nutritivo: muslo de pollo y huevo. Aprovechando que la maestra no lo veía, rápidamente metió el huevo en su mochila. ¡Lo iba a llevar a casa para dárselo a su papá! Po
Diego se sentó junto a Iker, cruzando las piernas, y lo miró con mucha ternura.—Iker, eres un niño, los niños no deben llorar.—Papá... —Iker soltó un repentino suspiro , con un tono de voz suave y triste.Diego lo miró, observando las lágrimas colgando de sus pestañas y esa carita tan afligida, no pudo evitar sonreír con ternura.—¿Me trajiste el huevo para que lo coma, verdad?Diego sacó de la mochila los libros y juguetes que Iker había metido ahí sin querer.—Sí, papá, porque sé que estás enfermo y necesitas algo nutritivo. Pero el huevo se aplastó... —dijo Iker, ya sin mostrar lágrimas, mirando al suelo—. Lo siento mucho, papá.A Diego le dio una satisfacción enorme ver que su pequeño pensaba en él con tanto cariño. Sacó enseguida lo que quedaba del huevo, que aún estaba medio entero, y lo probó cuidadosamente.—¡Mmm, qué rico! Este huevo está buenísimo. ¿La próxima vez me traes uno, Iker?Iker miró a su papá con carita de pena. ¿Habría tal vez una próxima vez?No quería compart
Baltasar salió del hospital con los dos documentos urgentes que Daniela había terminado de gestionar. Regresó a la oficina para terminar lo que aún quedaba pendiente. Miró el reloj: ya eran las ocho de la noche.Después de salir, pasó por una tienda y compró algo de pan para cenar. No se fue directo a su casa, sino que condujo hasta el barrio San Martín.Cuando Yulia recibió la inesperada llamada de Baltasar, estaba por completo sumida en los informes de las distintas áreas de la empresa.—¿Baltasar? —preguntó, sorprendida al escuchar su voz.Baltasar, reconociendo su tono suave y cálido, respondió bastante relajado:—Estoy abajo en tu edificio. ¿Te parece si bajas un momento?Yulia, sabiendo que su familia no estaba en el barrio San Martín, trató en ese momento de buscar una excusa para rechazarlo:—Todavía estoy ocupada con cosas de la empresa.Baltasar estacionó el auto y, un tanto confundido, se apoyó en la puerta del vehículo, mirando el edificio del barrio San Martín.—¿De verda
Yulia cambió por completo de expresión al escuchar las palabras de Fernando.Fernando señaló el plan que tenía sobre la mesa y explicó:—Sobre los derechos de distribución de medicamentos, pensábamos que ya estaba casi asegurado, pero ahora, con Eugenio eligiendo reunirse con Daniela del Grupo Herrera, esto nos pone en una situación bastante complicada.Aunque su plan representaba el 70% de las ganancias, el 30% que se quedaba el Grupo Ramos no era algo despreciable. Lo que no entendían con claridad era qué tenía la propuesta del Grupo Herrera que había atraído tanto a Eugenio.Yulia, manteniendo la calma, respondió con determinación:—Fernando, quiero pedirle una reunión al señor Eugenio.Fernando sorprendido, sacó su celular y comenzó a buscar el contacto de Eugenio.Le pasó el celular y dijo:—Llámalo desde mi celular.Yulia tomó el celular, pero antes de marcar, se quedó pensativa. No podía evitar preguntarse de nuevo qué había motivado a Eugenio a elegir al Grupo Herrera. En cualq
Baltasar era el que mejor dominaba el contenido del plan. De vez en cuando, Daniela hacía algunos ajustes o añadía detalles a lo que se discutía en ese instante, pero siempre con mucha precisión.Aunque Eugenio mantenía una actitud seria y algo distante, en algunos momentos dejaba escapar ciertos destellos de curiosidad. Al ver cómo Baltasar y Daniela se complementaban tan bien durante la negociación, no pudo evitar recordar lo que Yulia había hecho ayer para asegurar los derechos de distribución del Grupo Yulia. Era bastante curioso pensar en cómo esa pareja, que parecía ser tan unida, ahora estaba en lados opuestos.Eugenio levantó con cuidado la taza de café y, mientras la acercaba a sus labios, dio un pequeño sorbo, intentando de esa forma aclararse la garganta.—Los canales de venta del Grupo Herrera son bastante limitados —comentó Eugenio, con una voz firme.Daniela lo comprendió, reconociendo el punto.—Señor Eugenio, eso es solo temporal. Estamos trabajando duro para expandir
Yulia llegó a casa después de un día largo de trabajo, agotada. Apenas iba a dejarse caer en el sofá cuando de repente su papá, con una sonrisa pícara, le metió una bolsa en las manos.—Llévale estas manzanas a Baltasar, están buenísimas —le dijo Diego, con esa sonrisa suya tan inconfundible.Yulia lo miró, confundida, y tocándose por casualidad el estómago, que ya empezaba a rugir, le respondió:—Papá, primero quiero comer algo, y luego llevo las manzanas, ¿está bien?¡Qué raro! ¿Por qué su papá le pedía que le llevara algo a su novio? Definitivamente algo en todo esto no cuadraba aquí.Justo cuando Yulia pensaba dejar la bolsa y correr a cambiarse, su papá habló de nuevo:—Te preparé un delicioso sándwich. Puedes comer mientras vas en el auto, pero primero lleva las frutas. Y recuerda regresar pronto, ¿eh?Antes de que Yulia pudiera abrir la boca, Diego ya se había dado vuelta y, con un tono más serio, le gritó a Iker, que estaba despreocupado tirado en el sofá, con la panza al aire: