En la oficina, Lidia de repente sacó una foto de su bolso con una expresión tensa, casi sombría. La puso sobre el escritorio, claramente molesta.—Daniela, esta foto me la tomó un fan cuando fuiste a recibirme al aeropuerto hace poco —dijo Lidia, su voz llena de rabia y total preocupación.Este fan era uno de sus seguidores más leales, con el que mantenía contacto directo. Al enviarle varias fotos, por accidente le mandó esta.Al ver la actitud tan alterada de Lidia, Daniela tomó la foto con cierta curiosidad y la miró con detenimiento. Solo se veía la espalda de un hombre y un niño.Levantó enseguida la mirada hacia Lidia y preguntó:—¿Quiénes son?Lidia apretó los puños con rabia, y su voz tembló de completo resentimiento.—Daniela, si no me equivoco, ese hombre es Diego. El niño... no estoy segura quien es, pero tengo un mal presentimiento.Daniela, sorprendida, volvió a mirar la foto con más atención.—¿Estás segura de que es él?Lidia observó una vez más la imagen, estudiando cada
Un segundo después de que Daniela contrató al detective privado para investigarlos, Diego ya lo sabía.Esto ocurrió porque, tras el incidente de la desaparición de Yulia cuando era pequeña, Diego se dio cuenta de lo mal que estaba en cuanto al manejo de la información. Por lo tanto, los detectives privados de Estelaria, la mayoría, trabajaban para él.—Marina, Daniela contrató a un detective para averiguar si nosotros tuvimos un hijo —dijo Diego, con un tono sarcástico, mientras aplastaba con rabia las uvas en su mano—. La verdad estoy tan furioso que no sé ni qué hacer.Marina, al verlo, lo miró con despreocupación y, sin inmutarse, respondió:—Las uvas son para comer, no para desperdiciarlas. No necesitas alimentarme, yo me las como.Diego, entre suspiros y quejas, le murmuró:—Lo sabía... ya no me quieres. Todo este alboroto solo por una uva.Se limpió cuidadoso las manos con una servilleta, luego se las lavó y se sentó de nuevo al lado de Marina. Mientras tanto, ella, tranquila, se
Diego vio el mensaje y maldijo entre dientes: [¡De veras q qué hombre más inútil!]Víctor soltó una risa sarcástica: [Sí, soy un verdadero inútil.]Al final, estaba claro que los dos estaban igual de frustrados.Mientras los hombres se lanzaban como locos dardos venenosos, las mujeres estaban en total armonía, como siempre, todo era amor y paz entre ellas.Margarita, al enterarse de que Yolanda iba a regresar, se metió entusiasta de lleno en el plan: [¡Yo también regreso!]Marina, algo divertida, le respondió: [¿No acaba de ir Daniel a Valderón a verte?]Margarita, calmada, contestó: [Voy a comprarle enseguida un boleto extra a Daniel, así los dos regresamos juntos.]Las tres mujeres ya tenían todo bien planeado.Cuando Diego se enteró de que Margarita también iba a regresar, empezó a preguntarse de inmediato si de verdad era su cumpleaños. ¿Cómo podía ser que ellas ni siquiera pensaran en lo que quiero yo? ¡Soy el que está cumpliendo años y eso no les importa!...A las 4:30 p.m., hor
—Lo que nos pediste investigar, encontramos algo, pero la verdad no es mucho —dijo el detective al otro lado de la línea, con un tono algo resignado.Daniela, entusiasta sentada en su oficina, sintió una leve decepción al escuchar eso.—¿Y qué encontraron? —preguntó, esforzándose un poco por no mostrar su molestia.El detective continuó:—Solo encontramos que tienen una hija.Daniela, al escuchar esto, se quedó inmóvil. Ya sabía que Diego y Marina tenían una hija, y que, de hecho, había muerto hace tiempo. ¿Eso era todo?—Eso ya lo sé —respondió, tratando de no sonar demasiado irritada.Pero el detective siguió hablando, sin percatarse ene se momento de la frustración en la voz de Daniela:—Pero descubrimos que su hija regresó al país hace poco.—¿Qué? —Daniela de repente se enderezó en su silla, totalmente sorprendida.—¿Yulia no había muerto?El detective respondió con rapidez:—No, no está muerta.¡Yulia no había muerto!Daniela apretó los labios con rabia, dándole vueltas a la noti
Lidia lanzó una mirada llena de burla hacia Yulia.—Admiro tu valentía —dijo, con tono despectivo.Yulia se quedó por un rato en silencio, pero con rapidez se recompuso y respondió con seguridad:—Yo también admiro mi valentía. Al menos eso demuestra que mi interior es mucho mejor que tu triste exterior.Una leve sonrisa desafiante se dibujó en ella.Lidia, como si hubiera escuchado la broma más absurda de su vida, la miró de arriba abajo, evaluando su ropa barata.—¿En serio? ¿Tu interior es mejor que mi exterior? ¿Tú? ¿Vienes aquí a hacer reír a la gente o qué?Baltasar, con una mirada sombría, la observó y dijo, tajante:—Señorita Lidia, la única que da risa aquí eres tú. Eres una grosera, burlándote de desconocidos.Lidia, sorprendida por su reacción, intentó en ese momento decir algo más.Pero ni Yulia ni Baltasar querían perder el tiempo con alguien tan tóxico.Yulia pagó por la ropa y ambos salieron apresurados de la tienda.En el camino de regreso, cada vez que el semáforo se p
Yulia se quedó callada. A su lado estaba Iker, sentado en silencio.Iker, con su carita algo curiosa, también llevaba puesta una mascarilla. Los niños siempre tienen esa necesidad de saberlo todo. Quería probarse la mascarilla, y Marina, sin decirle nada, lo dejó hacer.De repente, Iker sintió sed y, con su vocecita melodiosa, dijo:—Diego, tengo sed.Como Diego era el único que no llevaba mascarilla y estaba libre, al escuchar a su hijo pedir agua, gruñó con algo de molestia y no le prestó mucha atención.No era su esposa quien pedía el favor, y además, ¡su hijo quería que él le sirviera! ¡Eso sí que era una verdadera locura!Iker, frustrado, pensó que su papá no era nada considerado.—Cuando seas viejo, yo tampoco te voy a cuidar, ¿eh?Yulia, algo incómoda, se alejó discreta de su hermano, que siempre desafiaba la autoridad de papá.Diego levantó a Iker y lo llevó al baño a lavarse la cara, diciéndole que fuera él mismo a servirse el agua.—¡Papá! ¡Aún tengo la mascarilla!—¡Papá, no
En Estelaria, ya llevaban dos días de lluvia torrencial.Afuera, el cielo estaba tan cargado de rayos y truenos que parecía que el mundo se venía abajo.Yulia terminó extenuada su jornada laboral y, mirando distraída por la ventana, vio cómo la tormenta no daba tregua alguna. Algo de preocupación se asomó en su delicado rostro. No sabía si Baltasar lograría regresar al día siguiente.Tenían planeado ir a Aqualis pasado mañana, pero si no volvía mañana, todo se complicaba un poco.Baltasar había viajado ayer con Daniela a Marbesol, y allá también estaba lloviendo a cántaros.Yulia se subió preocupada al auto y, justo en ese momento, sonó el celular. Era Baltasar.Él, con la mano sobre la frente y mirando la lluvia caer sin cesar, le preguntó:—Yulia, ¿ya terminaste?Yulia esbozó una leve sonrisa.—Sí, ya terminé. ¿Y tú cómo vas?Baltasar suspiro.—El vuelo se retrasó un poco. Mañana sigue la tormenta, así que no vamos a poder ir a Aqualis. Tendremos que moverlo para el próximo sábado. ¿
Baltasar pronto volvió con la medicina, y ambos regresaron al hotel.—Jefa, aquí está la medicina que recetó el doctor. No se olvide de tomarla a su hora indicada—dijo Baltasar mientras le entregaba diligente la bolsa con los medicamentos.Daniela, aún débil, tomó la bolsa con una pequeña sonrisa de agradecimiento, casi imperceptible.—Muchas gracias, Baltasar.Baltasar, siempre tan formal, le respondió con cortesía:—No hay de qué, es lo menos que puedo hacer por usted. Si necesita algo, no dude en llamarme.Con esas cortas palabras, se dio la vuelta y se fue a su habitación.Cuando Daniela llegó a su cuarto, tomó cuidadosa la medicina y se recostó en la cama. Cuando despertó, ya estaba oscuro afuera.La lluvia seguía aún cayendo, tranquila pero constante, como si nunca fuera a parar.Encendió una pequeña lámpara de la mesita de noche y, al levantarse, notó que ya no estaba tan mareada como antes.Tomó de inmediato su celular y vio que Baltasar le había enviado un mensaje. Contestó ca