Yulia le pidió a Baltasar que la esperara un momento, mientras ella subía enseguida a ducharse y prepararse para salir.
Antes de irse, fue a darle entusiasta un choque de manos a su hermano.
—¡Iker, hoy es un día para darlo todo!
—¡Hermana, vamos con todo!
Después de su choque de manos, ambos se miraron fijamente a los ojos, con las lágrimas casi a punto de caer. Se dieron ánimos mutuamente por haber logrado levantarse temprano para hacer ejercicio.
Marina no pudo evitar sonreír. Era increíble verlos tan motivados, considerando que ambos eran conocidos por ser unos flojos. Para ellos, el simple hecho de haberse levantado para hacer ejercicio ya era todo un gran logro.
—Mamá, no voy a desayunar en casa, mejor compro pan en el camino —dijo Yulia mientras apresurada se ponía los zapatos—. Ya me voy al trabajo.
—Está bien, cuídate —respondió Marina, viéndola salir de la casa. Cuando se giró, vio a Iker devorando un delicioso pastelito. Miró a Diego, que acababa de salir de la ducha. —Diego