La cena a la que Daniela iba a asistir esa noche no iba a ser precisamente tranquila.Ayer, justo cuando el auto de Daniela se detuvo frente al edificio del Grupo Herrera, otro auto la embistió por detrás de manera repentina. Todavía recordaba el impacto y no podía evitar sentirse algo inquieta.El que había causado el accidente de manera intencional era Adolfo, el exdirector de finanzas que había sido despedido, y que además había sido recomendado por Benito. Benito organizó esta cena bajo el pretexto de que Adolfo quería disculparse con Daniela. Aunque Daniela sabía que no iba a ser tan simple, no podía negarse a asistir, de lo contrario, eso habría significado ceder ante la firme presión.Baltasar, como asistente, tenía que acompañar a su jefa a todos los eventos, así que, después de salir de la oficina, le mandó un breve mensaje a Yulia:[Ya mencioné mi renuncia, pero tengo que quedarme un mes más para la transición. Además, esta noche tengo que acompañar a mi jefa a una cena.]Yul
Iker aceptó emocionado.—¡Mañana te acompaño a jugar!—¡Iker, tu papá llegó! —llamó la maestra.—¡Diego vino a buscarme! ¡Adiós, Inés! —Iker se puso emocionado rápidamente la mochila.—¿Diego quién? —Inés preguntó, con una cara de tristeza al despedirse de Iker.—¡Diego es mi papá! ¡Tontita!Iker ya no podía esperar más tiempo para llegar a casa, así que, sin pensarlo dos veces, se despidió rápido de Inés y algunos de los compañeros con los que había estado jugando, y siguió corriendo a la maestra hasta la puerta. Allí estaba Diego, esperándolo junto al auto.Cuando Iker lo vio, su carita se iluminó y corrió a toda prisa hacia él, con una sonrisa de lo más sincera.—¡Papá, apresúrate, vamos a casa!Saltó al auto y dejó la mochila tirada en el asiento.En cuanto Diego se subió al vehículo, Iker no pudo aguantar más la curiosidad.—¡Papá, dime qué vamos a cenar esta noche?Diego le sonrió con su típica calma.—Pues adivina.Los ojitos de Iker brillaron emocionados, y empezó a contar con
En ese preciso momento, la atmósfera en la mesa se tornó algo tensa.Benito, aunque bajo y de apariencia inofensiva, no era tan fácil de intimidar. Su sonrisa permaneció intacta mientras se levantaba a servir el vino, tanto para él como para Daniela.Este vino era fuerte, y con unas copas de más-, aquellos que no tenían mucha tolerancia al alcohol empezaban a sentirse al instante un poco mal.Benito, con un tono bastante sincero, levantó su copa y dijo:—Señora Daniela, permítame brindarle. Cometí un error al no saber elegir a las personas adecuadas, y terminé contratando a alguien como Adolfo para la empresa. Realmente fue mi culpa.Tomó un par de tragos seguidos, dejando de esa manera que el vino fuera casi un alivio para él.Daniela también se levantó, alzó enseguida su copa con una ligera sonrisa, aunque algo sombría.—No se puede prever el futuro, señor Benito. Nadie pensó que Adolfo fuera en realidad tan torpe.Dio un pequeño sorbo al vino, y el ardor le quemó demasiado la gargan
Daniela sonrió con determinación y dijo:—Ya es tarde, Benito, esta noche hasta aquí llegamos. Nos vamos, gracias por la invitación.Al escucharla, Benito se puso serio de inmediato.—¿Ya se van, tan temprano señora Daniela? ¿Por qué no se quedan un ratito más?Daniela se levantó con calma. Su propósito al venir a esta cena era evidente: dejarle en claro a los viejos accionistas que no le temía a nadie, que no era tan fácil intimidarla.Justo cuando ella y Baltasar se disponían a salir del reservado,Benito volvió a sonreír, esta vez con una mirada algo intrigante.—Señora Daniela, ¿qué le parece si hablamos de una posible colaboración?Daniela le respondió con una sonrisa bastante tranquila, lo miró fijamente unos segundos y, tras pensarlo un poco, dijo:—Está bien.Benito la invitó a sentarse de nuevo, y ella accedió.Baltasar y el asistente de Benito fueron los primeros en salir; a veces, los empleados no deben escuchar lo que se dice entre los jefes.Baltasar, ya algo tomado, y el
Cuando Marina despertó esa noche, se dio cuenta de que Diego ya no estaba a su lado. Soltó un perezoso bostezo, se destapó y se levantó de la cama, caminando fuera del dormitorio. Buscó por la casa hasta que por fin lo encontró en la oficina.—¿Mi amor, por qué no estás durmiendo a esta hora?Marina se acercó al escritorio, se puso a su lado y le apoyó una mano en el hombro. Se inclinó un poco y empezó a curiosear las fotos que estaban en la computadora.—¿Fotos de Baltasar con Daniela? ¿Lo estás investigando?Diego, al verla en pijama, subió un poco la temperatura del aire acondicionado, la abrazó y apoyó con dulzura su barbilla en su hombro.—No sé mucho sobre su carácter, así que pedí que lo observaran un poco.Marina comprendió que Diego lo hacía solo por el bien de su hija. Le preocupaba que si Baltasar se enteraba de esto, podría afectar la relación de los dos jóvenes. Diego sabía que en realidad no le quedaba mucho tiempo y quería conocer a Baltasar antes de que su hija se casar
Cuando Diego terminó de organizarse y se dirigió al cuarto de Iker, lo encontró profundamente dormido. Se acercó a su cama y, con dulzura, le dijo:—Iker, despierta, es hora de comer pastelito.Pasaron unos cuantos segundos hasta que Iker abrió los ojos de golpe, como si fuera un ligero resorte, y con toda su energía gritó enseguida:—¡¿Pastel?! ¡Quiero comer pastel!Saltó emocionado de la cama como si no pesara nada y corrió directo al baño a cepillarse los dientes. Diego no mentía, había preparado pastelito para el desayuno de Iker.Cuando bajaron, Yulia ya estaba sentada en la mesa ansiosa esperándolos. La familia tenía planeado hacer ejercicio junta esa mañana. Primero comieron algo ligero para abrir el apetito y, después de unos veinte minutos, salieron tranquilos de la casa.El parque junto al río tenía un carril exclusivo para bicicletas, y en él aparecieron tres figuras pedaleando. Iker, con su pequeña bicicleta, se esforzaba al máximo para alcanzar a su hermana, mientras Diego
Yulia le pidió a Baltasar que la esperara un momento, mientras ella subía enseguida a ducharse y prepararse para salir.Antes de irse, fue a darle entusiasta un choque de manos a su hermano.—¡Iker, hoy es un día para darlo todo!—¡Hermana, vamos con todo!Después de su choque de manos, ambos se miraron fijamente a los ojos, con las lágrimas casi a punto de caer. Se dieron ánimos mutuamente por haber logrado levantarse temprano para hacer ejercicio.Marina no pudo evitar sonreír. Era increíble verlos tan motivados, considerando que ambos eran conocidos por ser unos flojos. Para ellos, el simple hecho de haberse levantado para hacer ejercicio ya era todo un gran logro.—Mamá, no voy a desayunar en casa, mejor compro pan en el camino —dijo Yulia mientras apresurada se ponía los zapatos—. Ya me voy al trabajo.—Está bien, cuídate —respondió Marina, viéndola salir de la casa. Cuando se giró, vio a Iker devorando un delicioso pastelito. Miró a Diego, que acababa de salir de la ducha. —Diego
En la oficina, Lidia de repente sacó una foto de su bolso con una expresión tensa, casi sombría. La puso sobre el escritorio, claramente molesta.—Daniela, esta foto me la tomó un fan cuando fuiste a recibirme al aeropuerto hace poco —dijo Lidia, su voz llena de rabia y total preocupación.Este fan era uno de sus seguidores más leales, con el que mantenía contacto directo. Al enviarle varias fotos, por accidente le mandó esta.Al ver la actitud tan alterada de Lidia, Daniela tomó la foto con cierta curiosidad y la miró con detenimiento. Solo se veía la espalda de un hombre y un niño.Levantó enseguida la mirada hacia Lidia y preguntó:—¿Quiénes son?Lidia apretó los puños con rabia, y su voz tembló de completo resentimiento.—Daniela, si no me equivoco, ese hombre es Diego. El niño... no estoy segura quien es, pero tengo un mal presentimiento.Daniela, sorprendida, volvió a mirar la foto con más atención.—¿Estás segura de que es él?Lidia observó una vez más la imagen, estudiando cada