Baltasar sentía mucho ardor en su espalda.
Daniela no dejaba de recordar cómo él la había abrazado para protegerla. Se sentía agradecida, pero también culpable.
—Lo siento mucho, te voy a llevar al hospital —dijo, claramente preocupada.
Baltasar le sonrió de manera suave y delicada.
—Es mi deber, no te preocupes. Puedo ir solo, no es tan grave.
Pero Daniela no estaba dispuesta a dejarlo ir solo.
—No, no puedo permitirlo. Tú te lastimaste por protegerme, tengo que llevarte.
Baltasar entendió que ya no podía insistir en este tema, dijo.
Daniela lo llevó en su auto al hospital más cercano. En menos de veinte minutos llegaron. El médico le pidió que se quitara la camiseta.
Baltasar miró a Daniela y, con un tono suave, le dijo:
—Presidenta, por favor, dese la vuelta y no mire.
Daniela, comprendiendo lo incómodo que sería, se dio la vuelta.
El médico revisó su espalda de inmediato.
Confirmó que el impacto del vaso había dejado heridas y hematomas en su piel.
Le recetó algunos medicamentos y