Augusto miró a Daniela acercándose hacia él, y ella se enderezó de manera repentina, como si hubiera sentido su mirada. Él dejó ir a las dos mujeres que estaban que se encontraban a su lado y, señalando a las dos personas en la habitación, dijo con preocupación:
—Vayan saliendo, tengo algo que hablar con mi esposa.
Las personas no dudaron ni un solo segundo y se retiraron de inmediato.
Cuando Daniela se dio la vuelta hacia Baltasar, le pidió tranquila:
—Baltasar, espérame afuera.
Baltasar sorprendido salió apresurado, cerrando la puerta con delicadeza.
Augusto se levantó, caminó hasta Daniela y, con un tono de voz amable y cargado de ternura, le dijo:
—Daniela, la próxima vez que necesites algo tan tarde, llámame. No importa la hora, iré directo a casa.
La amabilidad de Augusto en ese momento hizo que Daniela no supiera cómo responderle. Ella no podía distinguir si era verdadero o si estaba fingiendo.
Lo miró con una preocupación repentina y, sin darle más vueltas a ese asunto, le preg