A las 10:30 de la mañana, la familia estaba lista para irse de viaje.
Ni Diego ni Marina dejaron entrever que algo no estaba bien; todo parecía estar muy tranquilo y alegre frente a sus hijos. Aunque Yulia ya sospechaba algo, prefirió mejor en ese momento guardárselo para ella. Sacó su cámara y, sonriendo, les dijo:
—¡Papá, mamá! ¡Les voy a tomar una foto! ¡Soy buenísima con la cámara!
Diego y Marina se miraron, sonrieron y aceptaron dichosos.
En el auto, la charla fue mínima. Diego le dio una palmada en el muslo y le indicó a Marina que se sentara. Yulia, al ver eso, no pudo evitar pensar lo unidos que parecían.
Marina, frente a los niños, no se sentó sobre las piernas de Diego. En su lugar, levantó a Iker y lo acomodó en su lugar.
Diego se quedó furioso:
—Está bien que se quede de pie.
Iker protestó:
—¡Quiero que me cargue mamá!
Marina ya estaba lista para posar para la foto, ajena por completo a la situación. Lo único que le importaba era que la foto saliera bien, y si podía verse h