Diego recorrió la exposición con la mirada antes de acercarse a Luna.
—Hablemos —dijo con un tono impersonal.
Luna, al instante, sospechó que Diego había venido a tratar un asunto relacionado con Marina.
Leticia, abrazada a Luna, apretó suavemente su brazo, también percibiendo el propósito de la visita.
Luna, buscando tranquilizarla, acarició con suavidad su mano y afirmó ligeramente.
Preocupada, Leticia decidió acompañarlas a la oficina de la exposición.
Los tres se dirigieron hasta ese lugar.
Diego se acomodó en una silla y se apartó un poco, sin perder la compostura en ningún momento.
—Señora Luna, gracias por cuidar de mi hija y de Marina —dijo con un tono grave, lleno de una profunda ironía.
El rostro de Luna se inquietó al instante, y sus ojos reflejaron claramente su desagrado.
Aunque Diego tenía una posición destacada en Estelaria, seguía siendo más joven que ella, y su actitud condescendiente le resultaba desagradable.
—Luna, la familia Ramírez no está libre de enemigos. Hay