Capítulo 121
En el hospital, ya por la tarde, continuaban llegando pacientes.

—¡Siguiente!

Diego, tecleando datos en la computadora, mostraba una rápida señal de impaciencia. Si no fuera médico, tal vez habría echado a esta mujer.

—Doctor Diego, mi pierna sigue doliéndome mucho —dijo la paciente, de apenas veinte años y valiente en el amor, con una herida en la pantorrilla que le habían cosido.

—Señorita, el doctor Diego ya le recetó un analgésico. Puede ir a recogerlo; aún tenemos otros pacientes —intervino la enfermera con mucha cortesía.

—Solo quiero hacerte una última pregunta, doctor Diego: ¿tienes novia? —sonrió la joven.

Diego se reclinó en la silla y esbozó una ligera sonrisa bajo la mascarilla.

—Tengo esposa y un hijo de seis años.

—Lo siento mucho. ¿No querrías cambiarla por una chica más joven y bonita? —replicó, sonrojándose y mordiendo con cierta coquetería su labio.

La enfermera pensó: ¿Está loca esta?

Diego soltó una suave risa y envió de inmediato un mensaje.

Marina, que estaba afue
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