Capítulo 45

Y entonces, cuando sus dedos retomaban la tarea de masajearla, sintió un terrible mareo. Todo el güisqui y los nervios acumulados se rebelaron en su organismo y saltó como un resorte del sofá, dejando a Sergio asombrado.

—¿Dónde está el baño? —preguntó. Estaba temblando y Sergio, perplejo, también se levantó. La tomó de la mano y la condujo hasta una puerta.

—Aquí.

Se sintió mejor después de vomitar. Luego se sentó en el borde de la bañera y escondió la cabeza entre las manos. Sí, su estómago estaba mejor, pero ella… Lo había estropeado. ¿Qué pensaría de ella Sergio después de esa exhibición de estupidez?

Unos golpecitos la sacaron de su ensimismamiento.

—¿Laura?

—Sí, pasa —Sergio asomó la cabeza por la puerta entreabierta.

—¿Estás bien? Me tienes preocupado, ¿qué te ocurre?

Entró y se agachó frente a ella. Estaba desnuda, salvo por las braguitas de encaje rojo que él rozó con sus dedos, mientras la miraba preocupado.

—Nada, en realidad… Antes de venir aquí ya me había tomado dos güis
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