Capítulo 97: Solo suya.
En aquel paramo solitario, las pasiones dormidas despertaban, y dos almas enamoradas se entregaban al amor que, durante tanto tiempo, en medio de rencores y de odios, habían reprimido.
—¡Ahh! — Katherine gimió cuando la larga hombría de su amado Henry se frotó contra ese pequeño botón de su humedecida intimidad que solía volverla loca, y con desespero, mordió su labio y luchó por callarse.
Katherine frunció el ceño y apretó sus ojos cuando Henry, al bajar más sus pantalones, se apretó contra ella. Volvió a gemir.
—¡Mi diosa! Eres perfecta, Katherine…— le aseguró Henry con su respiración escapando por sus labios al acariciar con sus manos sus piernas, y apretando finalmente los redondos glúteos de la rubia, sintiendo como las ansias por hacerla suya una vez más, lo estaban consumiendo.
En aquel momento, y ya sin lograr resistir un segundo más aquella desesperación, Henry la levantó al sujetarla con ambas manos por la cadera y buscó hundirse en su cuerpo.
—¿Estás lista, mi amor? — el ma