Isabella ya no mostraba la ansiedad ni el enojo de la noche anterior. Solo esbozó una sonrisa ligera y desafiante.
—¿No se suponía que el informe estaría listo hoy? ¿Dónde está?
—Enseguida.
Mateo respondió brevemente.
Isabella me miró con desdén y dijo con frialdad: —Señorita Lamberto, cuando salga el informe, te pido una cosa: ¡Nunca vuelvas a cruzar la puerta de nuestra familia Hernández! ¡Nos has causado un caos tremendo!
—¡Cállate!
Blanca intervino con firmeza y me lanzó una mirada tranquilizadora: —Delia, no te preocupes, estoy aquí.
—Está bien.
Esas palabras me dieron un alivio inesperado.
Parecía que, independientemente del resultado, no lo enfrentaríamos solas.
Incluso si resultaba ser Irene y regresaba a la familia Hernández, aún tendría a la abuela.
Isabella se rio con desdén: —Mamá, no te esfuerces en montar esta farsa de abuela y nieta. Ella no puede ser Irene.
—¿Tan segura estás de conocer el resultado ya?
Mateo preguntó con una expresión confusa.
Isabella se apresuró a ne