Era la primera vez que veía a Mateo con esa expresión.
No sabría decir si era nerviosismo, emoción o ansiedad...
Pero, en resumen, no encajaba en absoluto con su habitual aire despreocupado y rebelde.
En este momento, me pareció ver en él al Marc de antaño.
De repente, me volví más fría, casi despiadada, conteniendo cualquier sentimiento que pudiera brotar, y me di la vuelta con determinación.
—Sí, sigue hablando.
Mateo seguía con el celular en la mano. Dio un paso hacia mí, me rodeó con un solo brazo, y aunque intenté resistirme, no me dejó escapar.
Alguien continuó hablando y él respondió con voz calma: —Ten cuidado, no te dejes manipular. En cuanto termine aquí, voy para allá.
Al decir esto, colgó la llamada y lo guardó en el bolsillo de sus pantalones. Luego, me agarró por las mejillas, deformando mi rostro, mientras decía con un tono quejumbroso: —¿Por qué huyes? ¿Escuchaste lo que acabo de decir?
—Suéltame.
—... Ajá.
Quizás mi cara, apretada por sus manos, le resultó algo gracios