—Está bien.
Me acerqué dócilmente y comí algo, luego miré a Blanca con una sonrisa. Sentí una extraña tristeza, pero solo pude decir: —Abuela, estos días he estado molestándola, pero dentro de poco tengo que regresar a la ciudad de Perla. Le deseo una Feliz Navidad y que todo le salga bien.
—¿Cómo que te vas ya? ¿No ibas a ayudar a Mateo...?
—Él...
Reprimí mis emociones: —Creo que ya no necesitará mi ayuda.
Lo más probable era que su verdadero amor estuviera a punto de regresar.
—¿Qué quieres decir? ¿Que como ya no necesitas ayudarlo, también vas a abandonarme?
Blanca fingió estar enojada: —Yo pensaba que por fin iba a tener a alguien de confianza para acompañarme, y ¿ahora te quieres ir? En plenas festividades, quédate tranquila aquí y pasa la Navidad conmigo.
—Abuela...
Miré a Blanca así, conmovida.
Pero también sabía que quedarme aquí no sería lo más apropiado.
Blanca me tomó de la mano: —Si vuelves, estarás sola. Hazme caso y quédate...
—¡Abuela!
De repente, una voz altanera se esc