Justo cuando terminé de comer, dejé los cubiertos y le pregunté:
—¿Logró convencerte a verlo?
—Sí.
Me ayudó a recoger las cajitas de comida.
—Días antes actuó de una manera muy inmadura, ni entendió lo que le dije. Y ahora hay cosas que no logro explicarme bien por llamadas. Mejor nos vemos otra vez y resolvemos los problemas de una vez.
Expresé mi apoyo:
—Te respaldo.
—¿Me acompañas?
—¡Claro!
Sonreí y bromeé:
—Si no voy, ¿y si te secuestra y te vende?
Quedaron de verse en el mismo club privado de antes.
Olaia me guio con confianza al entrar, y al llegar a la puerta del privado, le dije:
—Entra tú misma, tal vez hay cosas que no se atreven a decir si estoy yo presente. Si necesitas algo, llámame y entro de inmediato.
—Está bien.
Olaia asintió y entró.
Afuera, vi a los meseros ir y venir con bandejas de frutas y platillos. Me sentí fuera de lugar, así que fui caminando con calma hacia el jardín elevado.
Era invierno, y las noches eran frías y húmedas.
Pero este club había hecho una