Cáncer de estómago…
Me quedé desconcertada por un momento, mirando con incredulidad a mi tía.
—¿Cómo es que...?
Antes de que mi tía pudiera decir algo, Juan volvió a hablar ferozmente:
—Yo digo que en todo lo demás se puede conformar con algo mediocre, pero para los medicamentos, tiene que usar lo mejor.
Miré a mi tía y estuve de acuerdo con eso:
—Exacto. Tengo por ahora cuarenta mil, puedo dárselos todos para que se cure.
Había perdido a mi bebé, y no tendría muchos lugares en qué gastar.
Podría ganar más dinero en el futuro, pero una vez que perdiera otra vez a mi familiar, ella nunca podría regresar a mi lado.
Para mi sorpresa, Juan frunció el ceño y se quejó:
—¿Solo vas a dar cuarenta mil?
Hablé con sinceridad:
—Es todo lo que tengo.
—¿Crees que soy un tonto? —se enfureció—: ¿Acaso no sabes con quién te casaste? Cuando ese viejo vino a proponer el matrimonio, yo le pregunté, ¡y me dijo que era la familia Romero! ¡La familia más rica de la ciudad! ¡Cien mil es ni siquiera una gota e