Mateo se percató de que la persona en sus brazos ya no se movía.
Al confirmar que se había quedado dormida, la colocó con delicadeza sobre la cama.
Luego, fue a buscar una toalla caliente para limpiar las lágrimas que surcaban su rostro.
Después, se dirigió al baño para darse una rápida ducha, se metió entre las sábanas y volvió a abrazarla con ternura.
...
Tuve un sueño largo y extraño.
Desde que vi a mi abuela hasta los momentos compartidos con ella.
Luego vinieron los secuestros, las explosiones...
Y mi abuela se fue sin que pudiera despedirme.
¿A quién debería culpar?
¿A Enzo?
Pero, en realidad, la única culpable soy yo.
No tenía la capacidad de protegerlos, ni a mi abuela ni al niño.
Mi bebé...
—Delia…
Escuché a Mateo llamarme. Estaba a poca distancia, observando mi abdomen con una tristeza profunda en sus ojos.
Su tono era uno que jamás había escuchado, lleno de vulnerabilidad.
—¿De verdad no quieres a nuestro hijo?
Rápidamente coloqué mi mano sobre mi vientre: —¿Qué dices? Nuest