—No lo comprendo, Raymond —continuó Layla, negando con la cabeza, como si buscara convencerse primero a sí misma—. Ni siquiera es una mujer especialmente hermosa, ni pertenece a una familia de renombre. Su apellido no significa nada, nadie lo conoce. Todo lo que las personas saben de ella es por haber sido la esposa de Vidal Benaroch. No tiene linaje, ni prestigio, ni la educación que se espera de alguien de tu entorno. Entonces dime, ¿por qué me rechazaste a mí y trajiste a una mujer como esa a tu vida? ¿Qué tiene ella que yo no posea?

—Layla, no necesito la aprobación de nadie para decidir con quién compartir mi vida —respondió Raymond—. Y mucho menos para hacer a una mujer mi esposa. Además, no te compares ni con ella ni con nadie. Esto no se trata de superioridad o de méritos. Simplemente, Ámbar es la mujer que elegí, y nada ni nadie va a cambiar eso.

Ella apretó los puños, tan fuerte que sus nudillos palidecieron. No dijo nada al principio, pero el fuego que brilló en sus ojos tr