2.Me han tendido una trampa

Capítulo dos: Me han tendido una trampa

“Narra Apolo Galanis”

—Detén el video —ordené mientras arrugaba los billetes de euros que aún guardaba en las manos. En toda Europa había visto mujeres valerse de cualquier artimaña para meterse en mi cama. Sin embargo, esta deconoida era diferente. No solo había logrado acostarse conmigo, sino que encima se había atrevido a humillarme.

De solo pensarlo apreté los dientes.

—No tenemos nada, señor —me avisó mi secretaria—. Hemos revisado todas las cámaras e vigilancia del hotel, pero al parecer han sido manipuladas. Alguien le ha dado la llave de la habitación y señor… —la rubia me observa comedida—, la botella de whisky del mini bar está alterada.

—¿Me drogaron? —exclamo incrédulo—. ¡Me han tendido una trampa! 

—Tienes que haber sido de Rudolph Enterprises. 

—Sí —coincido—. Lo hicieron para sacarme del juego. Pero lo llevan claro —me froto la frente, todavía sintiendo los efectos de la bebida—. Doblaré la oferta de compra de las acciones de la naviera. Prepara el informe para la reunión ¡y localiza a esa m*****a mujer!

—Ella vendrá a nosotros, señor. Ha dejado su teléfono celular.

—Perfecto —sonreí perversamente, como solo yo sabía hacerlo. Esa pobre mujerzuela no sabía con quién se había metido—. Te voy a atrapar… y vas a pagarme esta fechoría.

“Narra Sofía Wilson”

Salí del hotel aturdida. Solo podía pensar en Archie, mi prometido. Pensé en llamarlo, pero… ¿cómo le iba a explicar esto? No era el simple hecho de haber amanecido en la cama de otro, sino que le había dado mi virginidad, yo que me habpia guardado con tanto ahínco para mi novio. Él que estaba tan dispuesto a esperar por mí… porque me amaba. 

Me eché a llorar.

¿Mi hermana me había dado la llave de la habitación equivocada? Sin embargo, cuando pregunté por Archie en recepción, no había registro de él en el hotel.

<<Emma no me haría esto>>, me dije a mí misma una y otra vez. 

No me quedó más opción que llamar, pero entonces cuando busqué en mi bolsa, no había rastro de mi telefono. 

—¡Maldición! —exclamé rabiosa. Lo había dejado en la habitación del hotel y ni loca regresaría… Aunque me quedara sin comer un mes entero para poder comprarme uno nuevo. Tendría que recurrir a mi padre. Me puse a caminar sin rumbo, perdida entre mis pensamientos—. Menudo cumpleaños de porquería. ¡Y menudo regalito me diste, hermanita!

Ni siquiera recordaba nada luego de la copa de vino que me ofreció para brindar.

Apenas llegué a casa, encontré con Emma y su madre en la cocina, riendo a todo pecho.

—¿Cómo te fue anoche, hermanita? —me preguntó—. ¿Fue bueno el sexo?

—Pero… ¿cómo te atreves? —exclamé indignada. Sus palabras me acababan de confirmar que ella había planeado todo. 

—¿Cómo te atreves tú a entrar en esta casa decente? —intercedió mi madrastra—. Por más que te eduqué te convertiste en una desvergonzada como tu difunta madre. ¡Acostándote con hombres como una cualquiera! 

—¡¿Pero de qué hablas?! —repliqué escandalizada, mirando de reojo a mi hermana. Entonces lo comprendí, le había contado su versión retorcida a su madre—. ¡Fuiste tú! —la señalé con rabia y dolor al mismo tiempo. Y cuando la vi sonreír desvié la mirada hacia mi madrastra—. Fue tu hija quien me tendió una trampa…

—¡Calla! —mi madrastra puso una cara de horror que me encogí desde mi sitio. Quría enfrentarla, pero… había pasado demasiados años viviendo bajo su yugo opresor. No podía evitar no sentir miedo—. ¡No quiero oír ni unsa sola palabra! Charles pondrá el grito en el cielo cuando sepa lo que has hecho…

—¿Qué es lo que debo saber? —mi padre apareció detrás de mí en ese momento.

Me volteé a verle y quise explicarle, pero mi hermana se me adelantó y se abalanzó sobre él. Yo ni siquiera me enteraba del todo de lo que sucedía. Creía que todavía estaba bajo los efectos de lo que me había dado Emma a beber.

—¡Papá! —sollozó mi hermana mientras lo abrazaba como animal herido—. ¡Lo siento tanto! Es mi culpa. No supe cuidar a mi hermanita.

No podía creer lo que estaba presenciando. Me obligué a reaccionar cuando vi cómo Emma le entregaba algo a mi padre en las manos, pero entonces fue demasiado tarde.

—¡¿Qué diablos significa esto, Sofia?!

Abrí los ojos al ver lo que me mostraba mi padre: un montó de fotos mías, semidesnuda y besándome con el desconocido de la noche anterior.

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