3.El desconocido es mi Jefe

Capítulo tres: El desconocido es mi jefe

“Narra Sofía Wilson”

—Eres una desvergonzada —me señaló mi padre, tirándome las fotos encima al mismo tiempo que yo seguía estática del asombro—. ¡¿Cómo pude tener una hija como tú?

—Papá —tragué saliva buscando las palabras que me habían abandonado—, puedo explicarlo…

—¿Qué me vas a explicar? ¡Las fotos lo dicen todo! 

No esperaba que mi madrastra y mi medio hermana fueran tan crueles, que se atrevieran a semejante bajeza. Sin embargo, lo que más me dolía era la actitud de mi padre. Ni siquiera me daba la oportunidad de justificarme. 

No dije nada. No tenía nada que decir. Él ya me había crucificado. Además, siendo Emma su niña bonita, no me creería cuando le dijera que había sido ella precisamente quien me había tendido esta trampa. 

Quise gritar, patalear, esfumarme en el acto. ¿Por qué me pasaba eso a mí? Apenas ayer era una muchacha llena de sueños, celebrando su cumpleaños y emocionada por reencontrarse con su prometido. 

—No importa lo que yo diga, ¿verdad? —al menos lo intenté.

—No quiero que digas nada —repuso—. ¡No quiero ni verte! Me avergüenzo de ti, de ser tu padre. Más te vale que tu sueldo de limpiadora te alcance como sustento, porque de mí no recibirás una sola libra a partir de ahora. ¡Largo de mi vista!

Y así, como el tirano que era, dio por terminada la conversación. Me dio la espalda y yo… corrí a mi habitaci´on para encerrarme a llorar.

Mi madrastra nunca me había querido, mi hermana había demostrado su verdadera cara al despreciarme, mi padre había confirmado su decepción hacia mí y Archie no me perdonaría haberlo traicionado. Lo había perdido todo… y no podía hacer nada para remediarlo.

Durante un mes hice lo posible para trabajar horas extras y llegar a casa bien entrada en las noches. No quería ver a mi familia. Anhelaba rentar algún lugar para mí sola, pero mi sueldo no me alcanzaba para ello, ni siquiera con tantas horas extras. Apenas me había comprado un telefono de segunda mano solo para llamadas, aunque no lo había utilizado mucho. 

Al final, descubrí que Archie todavía no había regresado a Londres. Seguía en su viaje de negocios y apenas me llamaba, porque, como era habitual, estaba ocupado. Había pensado en romper con él, pero no me parecía que fuera lo correcto hacerlo por una llamada. Y además, yo seguía enamorada de él, quería que me perdonara.

Pero la noche anterior me había enviado un mensaje: “Llego mañana en la tarde a Londres”. Y lo había decidido, me vería con él y le explicaría todo. Archie me amaba y me creería. Después, podíamos empezar de cero.

Aquella mañana me levanté aturdida y cuando vi la ahora pegué un grito de histeria. LLegaba tarde al trabajo. Últimamente tenía una batalla incansable contra el cansancio, pero nunca me había ganado hasta hoy. Y por mucho que corrí, no pude llegar a tiempo a la empresa.

—Te descontaré una hora de tu día laboral, Wilson —declaró mi jefa con expresión severa—. Y no te lo dejaré pasar dos veces.

—Lo siento, señora Colleman… —yo me deshacía en disculpas.

—Olvídalo —me interrumpió—. Ve a limpiar la sala de reuniones. El Presidente de la empresa está por llegar con su comitiva.

Sin decir una palabra más, asentí antes de correr y unirme a mis dos colegas. 

—¿Por qué no te has puesto el uniforme, Sofía? —me preguntó una de las muchachas.

Hasta ese momento no me había dado cuenta de que no me había cambiado de ropa.

—No me ha dado tiempo —expliqué mi altercado con la jefa de limpiadoras.

—Si algún ejecutivo te ve así, te meterás en problemas.

Tuve ganas de reírme. Los ejecutivos no se fijaban en empleadas de servicio.

—¡Emergencia en el recibidor del edificio! —apareció mi jefa en la puerta con cara de alarma—. Ustedes dos, ¡muévanse! —señaló a mis compañeras—. Wilson, te quedas terminando el trabajo ¡y date prisa!

Me puse manos a la obra a toda marcha. Todavía me faltaban los ventanales acristalados y había reunión programada dentro de media hora.

No sabía si era porque no había desayunado, pero de repente me sentí mareada. Tuve que parar un momento y recostarme a la mesa para no caer al suelo. El piso se me movía en tanto yo cerraba los ojos.

No me había recuperado del todo cuando sentí el sonido de la puerta al abrirse. Pude ver que eran un hombre y una mujer, deduje que ejecutivos, por sus trajes de gala.

—Lo siento, yo…

—Tranquila —la mujer rubia sonrío centrada en sus papeles—, puedes seguir con tu trabajo en silencio. El señor Galanis y yo nos hemos adelantado a la reunión.

Así que el hombre que había entrado era el famoso Apolo Galanis, presidente e hijo del dueño de la empresa. Llevaba meses trabajando para Galanis International Group, pero nunca había visto a los mandamás. Tampoco es que me diera curiosidad, puesto que yo siempre estaba enfrascada en mi pequeño mundo, con kis pequeñas prioridades. Sin embargo, justo en aquel momento tuve el impulso de querer conocerle y me volteé a verle con disimulo. Entonces, me quedé de piedra.

Reconocería ese rostro enfadado y petulante en cualquier lugar. Era él, el desconocido que me había robado la virginidad. ¡Me había acostado con mi jefe! El corazón se me paró, dejé de respirar y mi cuerpo evidentemente no lo resistió. Simplemente perdí el conocimiento.

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