Carlos Alejandro un atractivo CEO, busca desesperadamente una niñera que pueda hacerse cargo de sus mellizos, para que él pueda seguir con toda tranquilidad al frente de la industria Arango, lamentablemente sus pequeños angelitos hacen todo lo que está a sus manos para evitar que entre a su casa otra mujer. Eso lo pone en grandes aprietos. Hasta que Briana una joven diez años menor que él, se ve en la obligación de encontrar un trabajo y un techo en donde vivir, es la única manera que tiene para poder terminar su carrera como diseñadora gráfica y seguir sus sueños. Al estar al borde de la desesperación, correrá el riesgo y resistirá a las adversidades que le pongan los mellizos, quienes no le harán la vida fácil, además que le harán saber que a su padre no le interesan las mujeres. ¿Será que realmente a Carlos Alejandro no le interesan las mujeres? ¿Surgirá algo entre la niñera y el CEO? ¿Podrán aceptarla los mellizos?
Leer más— ¡Salte de la cocina, que la voy a ocupar! —ordenó Sarai, dando un ligero golpe en el hombro de su supuesta ‘hermana’ al pasar.
Briana elevó su rostro para mirarla, presionó los dientes para no contestar a su provocación, sabía que podía hacerlo de otra manera. Era una chica lista.
—Parece que tuviste un mal día, ¿acaso te fue mal en los exámenes finales? —se puso de pie, tomó el libro que estaba leyendo y su taza de café.
Sarai presionó con fuerza su puño, estaba que trinaba de la furia, pues sabía que no pasaría todos los exámenes. No tenía idea qué es lo que iba a hacer, pues su padre le había prometido un viaje por Europa, para celebrar el fin de semestre. Su pecho ardía al verla tan cómoda, disfrutando de las vacaciones anticipadas; pues había logrado exentar todas las materias con las notas más altas del grupo. Se le hacía injusto, que a la ‘arrimada de la familia’, le fuera mejor que a ella.
La detestaba, desde que su padre la había llevado a la casa, nunca la pudo ver como él quería, como parte de la familia. Como a la hermana que nunca tuvo. Le gustaba ser el centro de atención de sus padres, y de todo el mundo. Cuando esa intrusa llegó, le robó eso y el cariño de su padre. Estaba harta, ya era hora de sacarla de una vez y para siempre de sus vidas.
—Claro que no —contestó antes de que saliera Briana de ahí—, me fue de maravilla, estoy pensando a qué países iremos a celebrar con Orlando, y mis papás. —Elevó ambas cejas triunfante, pues algo que agradecía es que a su madre tampoco le agradaba, y nunca permitió que los acompañara en sus viajes familiares.
Briana esbozó una amplia sonrisa, pues algo que agradecía cuando ellos viajaban, era que tenía la casa para ella sola; a pesar que Martina su supuesta ‘madre adoptiva’, también les daba la temporada de vacaciones al personal. Sabía que era para molestarla, pero no lo hacía, pues se respiraba paz, además qué podía hacer lo que quisiera, sin restricciones.
—No imaginas cuanta falta me harás —intentó escucharse lo más sincera que pudo; y salió de ahí; llevaba dos peldaños de la larga escalera flotante, cuando el timbre se escuchó un par de veces sonar, siendo cerca de las diez de la noche, regresó dejando sus cosas cerca de una de las mesas del recibidor.
Arrugó el ceño al observar a Orlando, el novio de Saraí, en el umbral de la puerta.
—Buenas noches. —La mirada del joven se iluminó al verla, era algo que no podía evitar, esa chica tenía algo que le robaba el aliento, sus manos sudaban de tan solo estar tan cerca. Era una joven con gran carisma, de rasgos finos, de buen humor; tenía unos hermosos ojos azules que le hacían derretirse, no lo podía evitar. ¿Quién lo podría?
—Hola, Sarai está en la cocina —manifestó.
—La espero en la sala —comentó entonces observó el libro que había en la mesa. — ¿Milan Kundera? —indagó con asombro.
Briana sonrió de tal forma que su mirada se iluminó como si tuviera dos brillantes luceros.
— ¿Te gusta? —preguntó con interés.
—He leído un par de libros —dijo acomodándose en uno de los sillones.
—Mi papá tiene la colección en su biblioteca —Briana presionó su labio inferior—, cuando quieras puedes echarle un vistazo.
—Muchas gracias. —Ambos jóvenes comenzaron a charlar con gran interés, tanto que el tiempo comenzó a pasar sin que se dieran, reían divertidos, hasta que Orlando retiró un mechón de su oscura cabellera, provocando que la piel de Briana se erizara, poco a poco y se fue acercando, hasta que sus labios llegaron a los de ella.
La piel de Briana se estremeció al percibir su calidez, a pesar de que intentó oponer resistencia, no lo logró pues Orlando acunó sus grandes manos en sus mejillas, entonces no pudo evitar corresponderle.
— ¿Qué demonios está pasando aquí? —Sarai gritó completamente sorprendida, soltó la bandeja que sostenía con algunos emparedados y una jarra de porcelana con café.
Briana sintió que un balde con agua helada le caía, al escuchar la voz de la chica que consideraba su hermana. Ambos jóvenes se pusieron de pie.
—No es lo que parece —Orlando intentó explicar lo inexplicable, al haber sido descubierto besando a la hermana de su novia.
Briana se llevó las manos a su rostro, se sentía avergonzada por no haber podido evitar que sucediera, ni siquiera podía comprender cómo sucedió, sabía que esto no terminaría bien, al menos para ella.
—Lo único que te faltaba es que intentes robarme a mi novio, ya me quitaste el cariño de mi padre, y también ser la única en esta familia y ahora esto. Vaya que no tienes vergüenza. —Se acercó a ella y abofeteó, quien en otra situación se hubiese defendido, pero en esta ocasión se sentía culpable, tanto como Orlando, quien de inmediato alejó a Saraí.
—No me toques, lo mejor que puedes hacer es largarte de aquí —gruñó la aludida—, vete o te desollaré vivo, junto con esa.
Orlando presionó sus puños.
—Lo lamento —susurró dirigiéndose a Briana, se dio la media vuelta y se retiró.
—Ahora si, juro que me las pagarás —bramó llena de rabia Saraí, tomó la tetera y lanzó el café sobre ella.
— ¿Qué es lo que está pasando? —Agustín descendió de la planta alta, al escuchar aquel alboroto, se acomodó la bata de dormir, y caminó acompañado de su esposa Martína.
—Esa tipa, se ha propuesto quitarme a mi novio —chilló Sarai—, la acabo de encontrar besando a Orlando, ¡esto ya es el colmo!, tienes que hacer algo con esa golfa, papá. No podemos seguir bajo el mismo techo, o se va ella o me voy yo. —Elevó el mentón con altivez.
—Las cosas no son así —Briana intentó defenderse, sintiendo empapada su blusa—, lamento mucho lo sucedido, pero yo no lo ocasioné.
— ¡Esto es el colmo! —intervino Martina—, así es como le pagas a mi esposo que te sacara de aquel horrible orfanato en el que te dejaron desamparada, a pesar de que, yo me negué a que te trajera a vivir bajo el mismo techo, y te diera nuestros apellidos. —La miró con desprecio, pues siempre había sospechado que aquel repentino interés de Agustín por esa mocosa, tenía que ser porque la había concebido en alguna aventurilla. En esta época, ¿qué hombre era fiel?
— ¡Basta Martina! —Agustín la sujetó con fuerza por uno de sus brazos. — ¡Guarda silencio! —ordenó fulminando con la mirada, su respiración estaba agitada, volteó a ver a Briana, sin poder creer lo que decían, necesitaba escuchar su versión. Dio un par de pasos hacia la chica distinguiendo que sus mejillas estaban teñidas de un rojo carmesí, ante la vergüenza que estaba pasando. De pronto un fuerte dolor invadió su brazo izquierdo, se llevó la mano hacia él, intentó hablar, pero ya no pudo decir nada. Se desplomó, intentando detenerse, el rostro de la joven, fue lo último que pudo distinguir.
Dos días habían pasado, en el que lo único que sabía Briana, es que al hombre que consideraba como un padre, había sufrido un infarto, y se debatía entre la vida y la muerte. Debido a que las cosas estaban peor que nunca entre Martína y Sarai, no le habían permitido estar en el hospital, lo único que podía hacer era estar llamando para solicitar informes, nada más.
Escuchó con claridad el rechinido de la puerta de la habitación de sus padres, decidió esperar a que Martina descansara un rato, para poder hablar con ella, lo único que necesitaba saber era que había esperanzas para que se salvara. Tomó el libro que estaba leyendo y se dirigió al puff, en donde se dejó caer de forma desgarbada.
Su corazón se agitó al escuchar que tocaban a la puerta por lo que de inmediato, se movilizó reconociendo por la forma en la que tocaban que era su madre adoptiva.
— ¿Cómo se encuentra mi papá? —fue lo primero que preguntó al verla.
Martina la miró con dureza a los ojos, su rostro no daba indicios de nada. No mostraba expresión alguna.
—Agustín, no es tu padre, nunca lo ha sido, no llevas su sangre. No quiero que lo vuelvas a llamar así, ¿te quedó claro? —elevó ambas cejas—. Dadas las circunstancias al no saber si mi esposo… vivirá. Seré yo quien tome las decisiones a partir de este momento.
La chica pasó saliva con dificultad, su garganta picó al escuchar sus duras palabras, que le dolieron en lo más profundo, pero no le iba a dar el gusto de demostrárselo, retrocedió un par de pasos al ver que Martina ingresaba a su habitación.
—Después de lo sucedido entre Orlando y tú, no te quiero en mi casa. ¡Quiero que te vayas! —ordenó sin rastro de sentimiento alguno.
— ¿Irme? —Briana le preguntó, sabía que la única familia que conocía eran ellos.
—Tienes dos horas para recoger tus cosas —anunció—, evitame la pena de solicitar que te echen.
Un fuerte escalofrío la sacudió, sabía que no estaba bromeando, por fin había encontrado la forma de deshacerse de ella, ahora que Agustín no estaba a cargo.
— ¡No fue mi culpa! —se defendió.
—No me importa saber cómo sucedió, te quiero fuera a más tardar en dos horas —repitió y salió de ahí.
Uy sí, esta vez ni Dios padre la salvaría. Se dejó caer al suelo, Martina no estaba bromeando, estaba decidida a sacarla por las buenas o por las malas, ¿a dónde podría ir?, se abrazó a sí misma, sin poder creer que una vez más se encontraba más sola que nunca.
***
Muchas gracias por llegar a esta historia, una historia fresa y ligera, que tiene la finalidad hacerte pasar un buen rato. Te saludo con cariño.
Tres años después. — ¿Ya llegaron? —preguntó Daniela con emoción, mientras veía a su mamá asomarse a través de la ventana. —Creo que sí —Danilo expresó estirándose para intentar ver por el cristal que veía su mamá. — ¡Sí, llegaron! —Briana respondió con emoción. —Tomó a Alexander de tres años en sus brazos y se acercó a los mellizos, quienes llevaban un par de bolsas de regalos. Carlos Alejandro abrió la puerta y esperó a que ingresara un pequeño de la misma edad que su hijo Alexander, acompañado de Cristian y Tania, el niño sonrió al ver la decoración que había, era una fiesta de bienvenida. —Les presento a Cristopher, mi hijo —Cristian anunció con nerviosismo. —Bienvenido —los mellizos de casi trece años se acercaron despacio, sabían que el niño era algo tímido, al menos era lo que Cristian contaba cada vez que lo iba a visitar, desde que se había comprobado que era el padre biológico del chiquillo. —Es muy lindo —comentó Daniela. —Así tenía que serlo, lleva mi sangre. —Cris
Tiempo después. Con las manos entrelazadas, debajo de una hermosa pérgola arreglada con delicadas rosas blancas y tulipanes rosados, se encontraban Briana y Carlos Alejandro esperando escuchar la anhelada frase que uniría sus vidas para siempre. Sus torsos subían y bajaban agitados por la marea de emociones que los embriagaba. Delgados mechones de la cabellera de Briana, revolorearon por su rostro debido a la brisa que golpeó su cara. Esbozó una dulce sonrisa al sentir las manos de Carlos Alejandro, retirarlos, de inmediato sus radiantes ojos azules, se posaron en él, reflejándose en los de él. —Los declaró esposos —pronunció el pastor—. No olviden que de ahora en adelante dejaron de ser dos, para ser uno, seguir un mismo camino, que los lleve a crecer como pareja, a disfrutar, y que el gozo los envuelva, los fortalezca y los haga crecer en el amor—. Carlos Alejandro, puedes besar a tu esposa. —Ya era hora —pronunció él con alegría. Acunó con ambas manos sus mejillas y acercó su
Días después. Briana ingresó al apartamento sosteniendo una pequeña bolsa del super, la sonrisa que llevaba se le quitó al ver sentadas en la sala a Sarai, desde que estaban abriendo la puerta logró escuchar que alguien lloraba en interior. Preocupada entró dándose prisa. Pasó saliva con dificultad al comprender lo que ocurría. —Buenas tardes —saludó con seriedad dejando la bolsa sobre el cristal de la mesa. Sarai quitó las manos de su rostro y se puso de pie, al escuchar llegar a Briana. — ¿Cómo pudiste inventar una mentira tan repugnante en contra de mi esposo? —reclamó limpiando su cara con el dorso de su mano. Bri apuntó su mirada hacia Sarai, presionó con fuerza sus puños, ante su reclamo. —Yo no inventé nada —expresó acercándose a ella, da gracias a Dios que ese infeliz confesó que no me tocó, porque de ser así, pasaría mucho más tiempo encerrado, por lo que me hizo. —No es verdad, ¡estás mintiendo! —exclamó con voz fragmentada. —No lo hago, si fuese mentira, ya hubiera
Días después.Carlos Alejandro abrió la puerta de su camioneta y extendió su mano ayudando a que descendiera su chica, dio un largo suspiro al apreciar lo hermosa que se veía, luciendo un vestido de noche, a los hombros, largo con una tentadora apertura en su pierna. Su mirada se centró en el pequeño bulto que se le notaba a la perfección. No pudo evitar colocar su mano en su vientre y deslizar sus dedos sobre la suavidad de la tela.—Hoy te vamos a zarandear un poco, espero no te incomode. —Mordió su labio y sonrió sin ocultar que se sentía extasiado.Briana soltó una pequeña risita, ante su comentario.—Se va a divertir mucho —aseguró caminando entrelazando sus dedos a los de él. Sus ojos se abrieron de par en par al caminar por un sendero de luces que los guiaban hasta el interior de un prestigioso restaurante-bar, en el que disfrutarían una hermosa velada.Al llegar al interior, la joven que fungía como hostess, los guió a través de las lujosas mesas revestidas con mantelería dor
— ¿Quién quiere más? —Daniela preguntó con amplia sonrisa, disfrutando que se encontraba sobre un pequeño banco, en la cocina, preparando panqueques con la ayuda de Briana.—Yo, yo quiero otro. —Joaquín solicitó.—Yo también —Eleonor mencionó relajada, se habían reunido en la cocina para cenar todos juntos.—Paso —Danilo se llevó las manos al estómago, estaba a punto de reventar—. Creo que no voy a poder dormir —anunció—, hace mucho no cenaba tanto.—Que exagerado —Daniela pronunció y luego dio un largo trago a su batido de frutos rojos—, no olvides que yo ayudé, no solo son panqueques de Briana.Es verdad, también ayudaste, pero la experta es Briana. —Guiñó un ojo.—Última vez que pregunto, ¿quién quiere más? —gritó con fuerza, deseando que se acabara la pila de panqueques que tenían en un plato.Aquel grito, lo escuchó perfectamente Carlos Alejandro, era eso justo lo que necesitaba, la algarabía de su familia, de inmediato anduvo hacia allá.—Yo, yo deseo panqueques —expresó sonrien
Días después.— ¿Cómo te fue cariño? —Agustin preguntó mientras tomaba un poco de sol en el jardín, en compañía de los mellizos.—Muy bien —contestó con emoción. Tomando asiento a su lado, acomodando la falda de su vestido azul marino.—Cuéntame, ¿qué te dijo el director Castro?—La semana próxima me reintegro a la universidad, por fin lograré terminar la carrera. —Su mirada se iluminó.—Me alegra mucho saberlo. Eres muy talentosa y dedicada, siempre lo fuiste, desde niña. Además que nunca te dejaste vencer, y sobre llevaste a Martina y Sarai, eso es un gran mérito. —Acarició su mejilla.—Tuve que tomar un camino distinto y desviarme un poco de la ruta, pero siempre supe que volvería a mi objetivo y me graduaría.—Eres un gran orgullo para mí. —Observó a los mejillones, jugar en la piscina—, me hubiera encantado que Sarai y tú se hubieran visto como familia, lamentablemente nunca fue posible —resopló con pesar.—Gracias, para mí es muy importante saber que te sientes orgullosa de mí.
Último capítulo