Ápice de culpa.
Tardó varios segundos en salir del trance y otros tantos en dejar de maldecir mentalmente. Recobró la compostura, frunció el ceño y analizó a la mujer de pies a cabeza, sin importarle nada.
Error.
Estaba vestida con un pantalón azul marino ajustado, como si fuera una segunda piel, marcando piernas, caderas y cintura. Una blusa color crema que se ceñía tan malditamente bien desde la pretina del pantalón hasta los senos… Oh, unos senos no tan voluminosos, pero sí redondos y firmes.
Maldijo otra y otra vez mientras su ceño se profundizaba y miraba fijamente el rostro de Lucía. Se percató de que también estaba más maquillada; el delineador negro resaltaba los ojos marrones claros y las pestañas plumosas hacían un llamativo portarretrato. Un ligero rubor rosa se extendía por sus pómulos y mejillas y Logan se preguntó si era por el maquillaje o por otra cosa, quizá vergüenza o…
—¿Qué ha pasado? ¿Es tu madre? —Inhalando hondo, Logan negó con la cabeza—. Oh, Dios, por un momento creía que… —E