Decisión egoísta.
Los nervios, la ansiedad, la frustración… Todo era un terrible caos y Lucía no sabía cómo pudo soportar mantener una actitud casi sumisa delante de las personas de la tienda de ropa. El CEO Parisi la había dejado en una de las tantas y famosas tiendas de ropas caras de la avenida Los Campos Elíseos e incluso la acompañó al interior y se aseguró que fuera bien atendida. Por más que lo deseó, por más que hubiera querido negarse, terminó aceptado con una sonrisa amable, muy bien disimulada. Exteriormente, Lucía era todo sonrisas y palabras positivas mientras la mujer de la tienda le mostraba vestidos, faldas, camisas, blusas, saquitos, chaquetas, carteras, bolsos y zapatos, por no mencionar las diversas joyas que valían mucho más de lo que Lucía ganaba en un año de trabajo.
El CEO Parisi la había dejado allí, a su suerte, sin importarle siquiera su evidente incomodidad cuando ella trató de negarse. Dios, ¿por qué tuvo que acabar así? ¿Por qué, a pesar de todo, todavía se encontraba pensa