EXTRA. ¡Nadie se ha desmayado aquí!

—¡No me voy a desmayar! ¡No me voy a desmayar!

El sopapo en la nuca hizo que Leo se despabilara, y Gianni lo zarandeó por las solapas de la chaqueta mientras Angélica gritaba de dolor, y los médicos la animaban para que aquella bebé terminara de salir.

—¡Tú no te vas a desmayar! ¡Yo no me voy a desmayar! ¡Nadie se va a desmayar aquí! —le dijo con vehemencia hasta que escuchó aquellos chillidos estridentes de su hermanita.

Los dos se giraron para ver a la bebé recién nacida, y los enfermeros detrás de ellos hicieron espacio aguantando la risa mientras los veían caer.

—¡No, nadie se ha desmayado aquí! —dijo uno de los médicos, y a pesar de todo Angélica tuvo que reírse por el par de inconscientes, —literalmente—, que habían quedado en su salita de parto.

—Es una niña preciosa y está muy sanita —dijo la neonatóloga poniéndola en sus brazos, y Angélica sintió que se derretía al ver la carita de su pequeña bebé.

Eso sí, chillaba que daba gusto, a tal punto que pocos segundos después, tanto
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