“¿Vamos al templo?”, preguntó Leila a Tatum, al ver el camino por el que caminaban, con la mano de él entrelazada con la suya.
“Sí, así es”, respondió Tatum con una sonrisa, levantándole la mano y dándole un suave beso que la hizo sonrojarse y acelerar aún más su corazón.
Se preguntaba qué sorpresa podía ser para que tuviera que ser en el templo. Este era el lugar más sagrado de la manada roble de sangre. Los miembros de la manada solo podían visitarlo si eran invitados por la sacerdotisa del templo.
Solo había estado aquí una vez con su padre e incluso entonces tuvo que esperar a cierta distancia afuera mientras él entraba. El templo estaba situado en el corazón de la manada y, sin embargo, era el lugar más aislado.
Cuando llegaron a la entrada del templo, fueron recibidos por los asistentes, que les dieron agua para que se lavaran las manos, los pies y la cara antes de permitirles entrar.
Leila contempló con asombro la gigantesca estatua de la diosa montada en un lobo de tres c