La luna creciente cuelga solitaria en el cielo oscuro, apenas iluminando la noche, no hay estrellas brillando esta noche allá en lo alto.
La luna parece estar en una misión solitaria, igual que Leila.
Avanza a través de la gruesa corteza de los enormes y agrupados árboles que se adentran en el bosque de la frontera, con el corazón latiéndole deprisa y por una buena razón.
Nerviosa sería un eufemismo de cómo se siente en este momento. Podría pasar cualquier cosa y nadie sabía dónde estaba.
Se estremece cuando una espina le atraviesa la piel y se lleva la mano a la herida, sin inmutarse, mientras sigue adentrándose en la espesura del bosque.
Debe salir del territorio de la manada. Es peligroso, lo sabe, pero necesita respuestas y, ahora mismo, solo Tatiana puede ayudarla, y eso si Tatiana sigue de su lado.
La única esperanza que tiene con Tatiana es la convicción de que Tatiana ama a Kelvin, Tatiana se lo demostró varias veces, tiene que darle a Tatiana el beneficio de la duda.
Ti