Leila se giró para mirar el gran reloj de pared que colgaba a la entrada de la sala del tribunal con el corazón acelerado.
Era el día del juicio y ambas partes ya habían presentado sus alegatos iniciales. Se suponía que ahora debían llamar a Tatum al estrado para que prestara su testimonio, pero aún no había regresado del lugar al que fue a buscar a Kelvin.
Anoche hablaron por teléfono y él prometió llegar temprano, pero ahora ella no podía contactar con él, ni siquiera a través del enlace mental.
“Su Señoría, si el imputado no tiene ningún testigo que presentar, como afirman, debería ahorrarnos a todos esta molestia. Su acusación era infundada desde el principio, una pérdida de tiempo. Le ruego al tribunal que desestime este caso”, dijo Donald mientras se levantaba con una sonrisa de suficiencia en el rostro.
“Si su testigo no está aquí en los próximos diez minutos, no me dejará otra opción, Abogado Bass”, dijo la Jueza Ruth con calma, pero sus palabras provocaron una tormenta de