Celina le entregó Amara a Liana.
“Ve con tu abuela a comer algo, tú y yo nos pondremos al día más tarde”.
Liana y Celina compartieron una mirada de entendimiento y Liana se llevó a Amara, dejando a las otras dos mujeres el espacio para hablar.
“No hay manera fácil de decir esto, así que lo diré de la única manera que se puede decir. Tu hija no debería existir. Va en contra de las leyes mismas de la naturaleza, una abominación que la mayoría consideraría que es, una anomalía la llamarían, pero lo que ella realmente es sería especial, rara y divina”, dijo Celina mientras se sentaba en el suelo, cruzando las piernas delante de ella y hacía un gesto con la cabeza para que Leila se uniera a ella en el suelo.
Leila la miró, completamente confundida, un poco molesta y un poco sorprendida. ¿Por qué llamar a su hija abominación y luego llamarla divina?
“No entiendo lo que quieres decir. Sé que es diferente, he visto las señales, pero lo dices como si...”.
“Lo hago sonar como la verdad. D