“Sabemos por qué”, respondió uno de ellos con brusquedad.
“Quieres seguir siendo Luna y sabes que la bruja de la manada se interpondría en tu camino para ver cumplida la profecía, por eso la asesinaste. Ya tuvimos suficiente, la fénix Luna es nuestra Luna, es la pareja del Alfa. Está demostrado, ella debe convertirse en Luna y tú debes pagar por tus crímenes”.
“Alfa, sabemos que es tu esposa y actualmente nuestra Luna, y no queremos faltarte al respeto, pero ella es una criminal, debe ser llevada ante la justicia y te mereces algo mejor. Ella tiene sangre en sus manos”.
“Sí, Alfa”, añadió otra persona con severidad. “¡Es solo por respeto a ti que no hemos linchado a esta asesina!”.
“¡No soy una asesina, no maté a la bruja, no maté a nadie!”, gritó Leila con voz frenética. Su tono se elevó por la desesperación mientras su corazón latía fuertemente con miedo y preocupación y la confianza en su voz se desvaneció.
Era como si cuanto más intentaba hacerles ver su verdad, más ciegos se